Capítulo 25

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Cuando llegué al colegio Diego ya estaba ahí.

-Taylor necesita todo nuestro apoyo.

-Ya se. Pero no hay que ser muy pesados, o se va a molestar.

-Si, si. Tenés razón- Diego desvió la vista- no puedo creer que ya sean tres años.

-Yo tampoco- pestañeé- John era un buen tipo.

Diego asintió.

-Uno de los mejores. Puede que sea cierto que los más buenos se mueren más jóvenes.

Justo entonces llegó Taylor.

-Hola- dijo mientras caminábamos a nuestros lockers.

-Hola Tay- dijo Diego.

-¿Como estás?- le pregunté.

Ella me dirigió una mirada vacía.

-¿En serio van a hacer eso?

-¿Hacer que?- dijimos los dos al unísono.

-Escuchen. Se que ya son tres años desde el accidente, y, no les voy a mentir porque son mis amigos, sigo extrañando a John, pero ya estoy bien. Puedo vivir con eso.

Diego y yo nos miramos.

-¿Estás segura? Mirá...

-Si, estoy segura, no se preocupen. No voy a decir que no estoy triste, porque estoy triste, pero ustedes no tienen por qué preocuparse. Ahora- sacó una caja de su mochila- mi mamá...

En ese momento fue interrumpida por Iván, junto con Nátali, que justo pasaban por ahí.

-¡Taylor!- la saludó alegremente- ¿Para quien son esos brownies?

Ella lo miró con furia.

-Entiendo que no para mí- dijo dando un paso atrás. Nos miró- ¿Que con las caras largas?

Taylor cerró la puerta de su locker tan fuerte que este se tambaleó.

-Idiota.

Se fue caminando por el pasillo.

-No desacuerdo- dijo Diego mirándolo con desaprobación. Corrió tras ella.

-Érica- me miró.

-Iván- le contesté con la misma sequedad.

Me disponía a irme con los chicos, cuando los escuché.

-No entiendo que dije de malo ahora.

Me di vuelta hacia ellos.

-Escuchame, se que estás en modo "Soy demasiado para ustedes tres", pero ¿Como pudiste olvidarte? Conociste a Taylor por más de ocho años.

-A ver, ¿Olvidarme de que?

Lo miré a los ojos.

-Es siete de agosto.

Él se quedó perplejo. Fui con los chicos.

Si Taylor hubiera podido haber estado tranquila ese día, el comentario de Iván tiró esas chances al inodoro.

Ella estuvo con cara de mal humor durante todas las clases de la mañana. Si le hablabas, no te contestaba mal, sino cortante. Entonces llegó la hora del almuerzo.

Taylor mordió furiosamente su sándwich de salame y queso.

-No lo puedo creer- murmuró.

Diego le dio una dulce palmada en la espalda. Ella lo miró de reojo, sin soltar su sándwich.

Sombras y FuegosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora