22. Dieciocho

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—¿Estás seguro de que no lo están haciendo sólo porque Alice quiere? —pregunté insegura, tomando nerviosamente el borde del lindo vestido morado, que Lyon y Alice me habían obsequiado.

—Juliet, el último cumpleaños real que tuvo mi familia fue el de Emmett en 1935. Créeme, todos están muy emocionados.

—¿Todos? —me sofoqué— Pensé que Emmett y Rosalie estaban en África.

El resto de Forks tenía la idea de que los retoños mayores de los Cullen se habían marchado ese año a la universidad, a Dartmouth, pero Bella y yo teníamos más información.

—Emmett quería estar para tu cumpleaños —respondió, apagando el motor del Jeep, en el cual me había recogido hace unos momentos para traerme a la fiesta—. Dijo que no se lo perdería por nada.

Sonreí conmovida.

—Pero... ¿y Rosalie?

—Rosalie no te odia —me corrigió, frunciendo el ceño, confuso ante mi repentino temor por la rubia—. En realidad, desde lo que ocurrió en Phoenix, ha estado más tranquila respecto a ti.

—¿En serio? ¿Después de lo que le hice a Edward?

Jasper asintió.

—Precisamente por eso —señaló, confundiéndome más—. Porque has defendido a tu hermana, tienes respeto por la vida y darías todo por tu familia. Ella respeta eso. Además, claro, de que le gusta la sensación que tiene cuando estás cerca.

—¿Qué sensación?

—Tu aroma. Como te dijo Lyon, estar cerca de ti nos hace sentir más humanos. Nos olvidamos de la sed y no tenemos la necesidad de atacar. Es algo increíble —rió entre dientes, mirándome con maravilla—. Carlisle tiene la teoría de que está relacionado con lo que puedes hacer.

Como si una bola de demolición lo hubiera golpeado, Edward la soltó y salió volando al otro lado del salón, dejándome cubrir a Bella, quien dejó salir un último gemido antes de perder la conciencia.

—¡Juliet!

Esa noche quedó muy claro que yo poseía un... don, como Edward, Jasper y Lyon, quienes en su vida como humanos ya habían presentado rasgos de su don, aunque mucho menos potentes. Una habilidad, que ellos nunca antes habían visto, y mucho menos en una humana, que consistía en una especie de escudo. Habilidad que sólo los Cullen y yo sabíamos, porque la última persona que deseaba que supiera era Bella. Ni siquiera tuve que explicarle a Edward por qué no quería que ella supiera, ya que sólo tuvo que leer mi mente a la distancia, y asintió hacia mí cuando Bella no lo observaba.

—Es extraño. Y me siento mal por haberle hecho... lo que sea que le hice.

Jasper sonrió enternecido y tomó mi mano, besando mis nudillos.

—Creo que haberte disculpado tantas veces ya le ha dejado claro que lo lamentas, y él sabe que no fue algo intencional.

Asentí, sabiendo que, cuando me disculpé repetidas veces con Edward, él me había pedido que dejara de disculparme, porque no lo encontraban necesario y creía que había salvado la vida de Bella y a él de haberla matado.

—Entremos —me dijo con una pequeña sonrisa—. Alice comienza a impacientarse.

Las luces brillaban con fuerza en las ventanas de los dos primeros pisos. Una larga línea de relucientes farolillos de papel colgaba de los aleros del porche, irradiando un sutil resplandor sobre los enormes cedros que rodeaban la casa. Grandes maceteros de flores (rosas de color blanco) se alineaban en las amplias escaleras que conducían a la puerta principal.

nightfall | jasper haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora