46. Presa

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Jasper me cogió de la mano y yo no pude menos que maravillarme de la suavidad y la agradable temperatura de su piel

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Jasper me cogió de la mano y yo no pude menos que maravillarme de la suavidad y la agradable temperatura de su piel. Después cruzamos el umbral de la puerta principal y bajamos los escalones hasta la tierra.

Me di cuenta de que traía los tacones que, a pesar de ser bajos, no quería arruinarlos o que me estorbaran. No estaba segura de si realmente me estorbarían, pero no quería averiguarlo, y ya tenía suficiente con el corto vestido de Alice.

—Aguarda —le pedí.

Se detuvo cuando yo lo hice y me observó quitarme zapato por zapato con mi mano libre. No quería arrojarlos hacia la casa, porque no sabía que impacto causarían, así que los dejé en el suelo. Me los pondría al volver.

Escuché a Alice rechinar los dientes, poco contenta con mi decisión.

Jasper sonrió divertido y tiró de mi mano otra vez. Yo le seguí el ritmo sin tener que hacer grandes esfuerzos.

El aspecto físico de todo esto estaba resultando de lo más fácil.

—¿Vamos a nadar? —le pregunté cuando nos detuvimos al lado de un río.

—¿Y estropear ese vestido tan bonito? No. Saltaremos.

Yo apreté los labios, considerando la idea. La otra orilla del río estaba casi a cuarenta metros de distancia.

—Tú primero —le dije.

Él me tocó la mejilla y dio dos rápidos pasos hacia atrás; después corrió ese espacio tomando impulso y saltando sobre una piedra plana firmemente anclada en el talud de la orilla. Estudié el movimiento, rápido como un rayo, del arco que trazó sobre el agua. Lo remató con una voltereta antes de desaparecer entre los grandes árboles que había al otro lado del río.

—Presumido —mascullé, y escuché su risa invisible.

Me retrasé unos cinco pasos, sólo por si acaso, y tomé una gran cantidad de aire. De repente, volví a sentir una gran ansiedad. No por caerme o hacerme daño, sino por si le hacía algo al bosque.

Había ido llegando con lentitud, pero ahora podía sentirla por completo: la cruda fuerza titánica que hacía estremecer mis miembros. De pronto, estuve segura de que, si quería hacer un túnel bajo el río, abriéndome camino con las garras o a mordiscos a través de la roca del lecho del río, no me llevaría mucho esfuerzo. Los objetos que me rodeaban, los árboles, los arbustos, las rocas... la misma casa, empezaban a parecerme muy frágiles.

Me bastó un salto largo para alcanzar la orilla del río. En una milésima de segundo. Y aún me sobró tiempo, ya que mis ojos y mi mente se movieron con tanta rapidez que sólo necesité un paso. Me resultó muy sencillo apoyar el pie derecho sobre la piedra plana y ejercer la presión necesaria para enviar mi cuerpo impulsado por el aire, pero le había prestado más atención a la dirección que a la fuerza, no calculé bien esta última y empleé demasiada potencia. Al menos no me pasó lo contrario, lo que me hubiera dejado chorreando. La distancia de cuarenta metros me pareció demasiado corta...

nightfall | jasper haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora