24. La carta

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A la mañana siguiente me sentí fatal: no había dormido bien y tenía una jaqueca de aúpa. El hecho de que no pudiera ver a Jasper al final de la noche y tampoco regresara mis llamadas no mejoró en nada mi mañana. Le tenía pavor a lo que pudiera haber pensado sobre sí mismo mientras yo dormía. La ansiedad parecía aumentar la intensidad del dolor que me martilleaba las sienes.

Edward esperaba a Bella el instituto, como siempre, pero su rostro evidenciaba que algo no iba bien.

—¿Y Jasper? —pregunté al bajarme del coche y cerrar la puerta con más fuerza de la necesaria, caminando hacia él. Bella me siguió de cerca.

—No se sentía seguro de venir —explicó.

—¿Está bien?

—Está mejor.

—¿Y Alice? ¿Lyon?

Edward negó con la cabeza. Sólo él había venido. En sus ojos había un no-sé-qué oculto, que me hacía sentir insegura y me asustaba, pero no tuve el valor para cuestionarlo y lo dejé a solas con Bella, dirigiéndome a la escuela.

Anduve en silencio. Me hubiera gustado formular un montón de preguntas, pero la mayoría tendrían que esperar. ¿Cómo estaba Jasper esa mañana? ¿Qué iba a ocurrir a partir de ahora? ¿Podía adivinar lo que rondaba por la mente de Edward y el motivo de que estuviera tan sombrío?

La mañana transcurrió muy despacio. Me moría de ganas de ver a Jasper, así que le llamé a Emmett en el descanso. Sonaron dos timbres antes de que contestara.

—Julie...

Apenas abrí la boca para suspirar de alivio y pedirle que me pasara a Jasper, escuché algo parecido a un golpe entre dos rocas y el timbre de que había colgado. Llamé de nuevo, pero no respondió. Alice tampoco.

Al final del día, mi silencio se había convertido en algo normal. Ni siquiera podía abrir la boca, por lo que no dije ni una palabra cuando me subí al coche con Bella y llegamos a casa. Charlie no preguntó por mi silencio, casi ni lo notó, hasta que me preguntó si quería ver el partido de futbol y le dije que estaba demasiado cansada. Cuando subí las escaleras, lo escuché preguntarle a Bella qué me ocurría, pero no oí la respuesta y me encerré en mi cuarto. Volví a marcarle a Jasper y luego a Emmett, pero siguieron sin contestar.

Me dije que él sólo necesitaba tiempo y que conseguiría sobreponerse a esto. Si servía de algo, me mantendría lejos de la gran casa blanca cerca del río y nunca más volvería a poner un pie allí. Eso no importaba. Sólo quería verlo.

Después de todo, lo sucedido la noche anterior carecía de importancia. En realidad, no había ocurrido nada. Bella sólo se cortó un poco con papel, Lyon y Jasper se salieron de control, pero sus hermanos pudieron contenerlos y realmente nosotras nunca estuvimos en peligro porque mi don (¿realmente eso era? ¿podía llamarlo así?) no lo hubiera permitido... creo, tal vez, aún no sabía bien cómo funcionaba o lo que era.

Intenté calmarme y razonar. ¿Qué es lo peor que puede ocurrir? Me estremecí. Ésa era la pregunta equivocada, sin duda. Me costaba mucho trabajo respirar bien.

De acuerdo, me dije otra vez, ¿qué es lo más grave a lo que podría enfrentarme? Tampoco me gustaba mucho esa pregunta. Pero pensé en todas las posibilidades que había considerado antes.

Mis pensamientos no mejoraron al día siguiente. Empecé a ponerme más paranoica. Ahora, Edward tampoco había asistido a clases. Bella y yo no hablamos en el camino de regreso a casa, temíamos decir en voz alta lo que ya presentíamos en el fondo. Frustrada, volví a llamar a Jasper, a Emmett y a Alice. Esta vez, el teléfono ni siquiera concetó las llamadas. O estaban fuera de línea o tenían sus celulares apagados.

Cerré la puerta de la camioneta de un portazo, sin realmente planearlo. Entré a la casa sin esperar a Bella, que seguía al volante, aunque ya había apagado el coche. El olor del pescado frito de Billy recién calentado por Charlie me revolvió el estómago. No había desayunado ni almorzado. Simplemente no tenía hambre.

—Jules...

—No tengo hambre, Charlie, gracias —le corté, sonriéndole lo mejor que pude.

Subí hasta mi cuarto, aventando la mochila al suelo, cerca de mi cama, y cerré la puerta a mis espaldas. Tenía tarea, pero eso era lo último de mis preocupaciones. Lo único que quería era acostarme y no saber nada del mundo por un buen rato; tal vez, incluso tomar una siesta.

Sí, una siesta estaría bien, pensé, volviéndome hacia la cama para levantar el edredón y cubrirme con él una vez acurrucada, pero me congelé en mi lugar cuando noté un papel doblado por la mitad sobre mi almohada, con mi nombre escrito en una letra antigua y elegante.

Juliet,

Espero que entiendas que esto es lo mejor para ti. No soy bueno y nunca lo seré. Lo que ocurrió no es nada, comparado con lo que podría haber pasado. Lo único que he hecho desde que entré a tu vida ha sido ponerte en peligro, y no lo puedo seguir haciendo. Mereces una vida plena y segura, y yo sólo te estoy deteniendo, impidiendo que vivas como debes.

Lamento tener que marcharme sin despedirme, pero creo que ha sido mejor de esta forma, para ambos (no te enojes con Emmett, Alice, Esme o Lyon. Querían despedirse, pero los convencí de que una despedida limpia sería mejor para ti). Si no lo hacía de esta manera, sabía que habrías intentado convencerme y yo habría cedido. Pero no puedo arriesgarme a ser tan egoísta sólo porque te amo.

Eres humana, te prometo que con el tiempo todo esto no será más que un mal recuerdo. Me olvidarás y tus heridas sanarán.

Te amaré por siempre.

Jasper.

¿Se había ido?

Temblé, aunque no tenía frío. Estaba helada. Un dolor me golpeó hasta dejarme sin aliento; me quedé atónita ante su fuerza. Aunque hacía un día frío, tenía la frente perlada de sudor.

Noté el suave colchón en las rodillas y luego en las palmas de mis manos, y al fin, la almohada apretada contra la piel de mi mejilla. Esperaba poder desmayarme, pero, para mi desgracia, no perdí la conciencia. Las oleadas de dolor se alzaron y barrieron mi mente, hundiéndome con su fuerza. Y no salí a la superficie.

 Y no salí a la superficie

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nightfall | jasper haleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora