CAP. 29

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POV ALBA

Caminábamos por el pasillo torpemente sin dejar de besarnos, los tropiezo hacían que nuestros labios se separan por milésimas de segundo y se rencontraran cada vez con más ganas.

Parecía que nos hubieran llenado el camino de obstáculos porque no dejábamos de chocarnos con muebles y objetos que más allá de detenernos conseguían provocarnos la risa sin abandonar nuestro camino.

Al abrir la puerta Natalia se pegó a mi espalda, sus manos recorrían mi cintura por debajo de la ropa. Mi piel se erizaba ante el contacto de sus dedos. El ritmo de nuestros besos se había calmado, Natalia dejó un camino de pequeños besos por mi cuello hasta llegar a mi oído.

Tiré mi cabeza para atrás dejándole más espacio hasta descansar sobre su hombro.

- Te quiero – susurró con toda sinceridad contra mi piel.

Cerré los ojos sintiendo un escalofrío recorrer todo mi ser. Llevaba días tratando de que controlarme, no quería que estas palabras salieran de mi boca en cualquier momento, me daba miedo asustar a la morena y ahora ella acababa de decirlas. Nunca había sentido tanta tranquilidad y felicidad por saber que todos estos sentimientos eran correspondidos.

Empecé a notar como la morena se separaba de mi cuerpo. Abrí los ojos con una gran sonrisa girando sobre mi misma para quedar frente a ella. Me miraba confundida y asustada.

Cogí su mano apoyándola de nuevo a mi cintura mientras apoyaba mi otra mano en su pecho recostando ahí mi cabeza. Me incliné hasta alcanzar su cuello y aproximarme a su oído.

- Yo también te quiero. – Susurré de vuelta. Bajé mi rostro hasta su pecho, podía escuchar los latidos de su corazón. Levanté la mirada, necesitaba ver sus ojos.

Estaba sonriendo, de oreja a oreja. Todos sus temores se había ido. Me acerqué a sus labios lentamente.

Hacía diez días desde nuestro primer encuentro, durante estos días nos habíamos acostado prácticamente a diario. Las noches eran cortas entre pasión desenfrenada, nuestros cuerpos se deseaban y así lo demostraban.

Ahora nuestras caricias eran diferentes, completamente contrarias a las de días anteriores, lentas y suaves, cargadas de dulzura y amor. Necesitábamos disfrutar de cada pequeño detalle, sentir cada segundo y nada nos lo iba a impedir.

Di unos pasos atrás hasta quedar al lado de la cama. Mis manos empezaron a desabrochar uno a uno los botones que cubrían la camisa de la morena. Repartía besos a cada centímetro de piel que iba quedando al descubierto. Su camisa negra cayó al suelo.

Natalia subió mi camiseta por encima de mi cabeza, su mano abierta acarició toda mi piel hasta quitármela por completo, las dos estábamos en las mismas condiciones. Nuestras manos se deshicieron de los sujetadores.

Acariciábamos nuestra piel como si fuese la primera vez, la morena se puso detrás de mi y desabrochó mis pantalones, se agachó hasta quitarlos de mis piernas y volvió a ponerse de pie.

Empecé a besarla haciendo que se tumbara de espaldas al colchón. Mis manos divagaban sin prisa por cada milímetro de su piel, mis labios y mi lengua se les sumaron. Sus suspiros y gemidos eran la mejor canción que había escuchado en toda mi vida.

Me encanta toda ella y todo lo que me hace sentir que soy junto a ella, el poder que me daba ser capaz de arrancarle esos gemidos con tanta facilidad me daban la vida.

Me deslicé por su cuerpo hasta llegar a sus muslos, movía sus caderas en busca de más contacto. Mi boca de apoderó de su zona más íntima, la delicadeza con la que movía mi lengua le provocó un jadeo ahogado que me encendió.

En cuarentenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora