KISAENG|| Hyunmin -αdαpтαcιóɴ

ғᴏʀᴛɪᴇᴛʜ ɴɪɢʜᴛ

Ver mi casa con las luces encendidas por dentro fue algo muy sorpresivo, pues yo siempre llegaba tarde y Yuna nunca tomaba la opción de esperarme, a menos que sea por una gran emergencia, razón que me llevó a analizar las cosas y comenzar a correr al creer que algo les había sucedido a mis hijos.

Entré tan rápido como pude y miré a todos lados, al comienzo de las escaleras, al segundo nivel de la casa, al fondo, donde se situaba la cocina, al comedor, a la sala de estar y... ahí estaba. Yuna me esperaba sentada en uno de los sofás con una taza, de lo que suponía sería café, entre sus manos.

— ¿Nuevamente tarde, Hyunjin? —sus palabras eran tan frías como el hielo que sacabas del refrigerador.

—El trabajo es muy duro —fue lo único que pude inventar.

La noche de ayer regresé tarde a casa por la salida que tuve con Seungmin, él y yo habíamos ido más allá de besos y nuevamente nos entregamos a la pasión de ser solo uno.

Yuna no preguntó la razón de mi tardanza, pues ya se encontraba tan profundamente dormida como para preocuparse por su esposo.

—Lo sé —me estaba hablando con mesura y ya iba temiendo a la Yuna que se ocultaba todo, pues al explotar era totalmente prejuiciosa y malvada. La conocía demasiado bien—. Vamos a dormir —dejó a un lado la taza y se levantó del sofá, para luego extender su mano hacia mí.

Tardé un poco, pero al final lo hice. La tomé de la mano y juntos nos dirigimos a nuestra habitación. Ella me abrazó, pero no lo sentí real... No me sentía cómodo al encontrarme rodeado de otros brazos que no se parecían en nada a los de Seungmin.