33. Regalos de vida

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Cada día la vida me regalaba tanta felicidad que estaba demasiado agradecido. Me levantaba al lado de la mujer que amaba y quería, Owen nos llamó para una nueva producción, decidimos alquilar un bonito apartamento de tres cuartos y dos baños en donde éramos completamente felices.

Mi mamá estaba tan emocionada con el ser abuela que compró muchas cosas para bebé color amarillo porque es un color para ambos sexos. Mi papá se enteró y me envió dinero para todos los gastos que necesitaba. Prometió estar en el hospital el día en que naciera mi bebé.

Estaba en la sala esperando a que Indira saliera de bañarse. Cada día su barriguita era más grande y eso me ponía tan feliz como nervioso. Hoy iríamos al hospital para finalmente saber cual sería el sexo de nuestro bebé.

-¡Apúrate Ed!- escuché a Indira gritar cuando salió del baño con una toalla envolviendo su cuerpo

-¿Apostamos a que cuando yo termine tú aún estás arreglándote?- propuse alzando la ceja

-Apúrate antes de que te rompa la cabeza con el televisor- el embarazo la estaba poniendo gruñona

-Ay esta bien!- grité -refunfuñona- susurré

-¿QUÉ DIJISTE ED SILVER?- gritó

-¡Nada!- entré al baño

Mientras me duchaba, reí. Esa mujer me volvía loco. Sus antojos eran de pepinillo con quedo crema, pan con piña y mermelada de uva y muchas cosas raras más. Me daba mucha risa cuando se levantaba a las 3:00 a.m. pidiéndome que le comprara vegetales enlatados.

Así era mi vida... caóticamente hermosa. Esa mujer me estaba colmando la paciencia pero sinceramente no sé que haría un sólo día sin escucharla.

Me duché en solo 5 minutos y salí. Como predije, Indira estaba aún maquillándose y ni siquiera se había peinado. Fui directo al armario y cogí los primeros vaqueros que encontré y una camisa color vino. Me coloqué mis botas cremas y en 5 minutos ya estaba listo.

Abracé a Indira por la espalda.

-¿Qué te dije?- pregunté dándole un beso en el cuello

-Cállate- rió -tráeme broccoli con queso y mantequilla- pidió

-¡Ese es un nuevo antojo!- me quejé -Además, no sé hervir... ¿No recuerdas? La última vez quemé el agua.- rió

-Jajaja, eres un animal.

Me despegué de ella, le miré, le saqué el dedo del medio y me fui a nuestra salita para esperar a que terminara de arreglarse. Estaban dando "The Lucky One". Era una película que a mi mamá le gustaba mucho, Zac Efron es un gran actor. Mi próxima película también sería vestido de militar.

Me puse a pensar, y me di cuenta de que últimamente pensaba demasiado. Pero la felicidad me ponía así.

Casi media hora después Indira salió del cuarto ya lista. Se veía tan bonita con su panza de embarazada. Me sentía tan orgulloso. Amaba andar con ella agarrados de la mano, me sentía orgulloso de ella y de mí. Tenía unos leggins negros, con una camisa color blanca y detalles dorados y unas bonitas sandalias. Su pancita ya se estaba viendo notablemente.

Nos montamos en el auto y nos dirigimos al hospital. Mientras conducía, agarré la mano de Indira porque así me sentía mucho mejor. Pude admirarla tocando la panza y acariciándola en vueltas, con un brillo grandísimo en los ojos.

-¿Estás feliz?- pregunté sin apartar la vista del camino

-Claro que estoy feliz. No me imaginaba teniendo un bebé a los dieciocho, pero, estoy feliz. Son dos corazones latiendo en un mismo cuerpo- sus palabras me iluminaron

-No estas sola en esto, ¿sabías? Te amo- me dio un beso en la mejilla

-Te amo.

Llegamos al hospital y me aparqué cerca de la entrada principal. Nos bajamos y buscamos la sala. Cuando llegamos, faltaban diez minutos para que nos pasaran, estaba muy nervioso. Quería saber si era una Indirita o un Edsito.

Indira leyó una revista de padres novatos mientras que yo veía la televisión con un programa de madres y padres adolescentes. Algunos casos eran fuertes, pero Indira y yo estábamos aptos económicamente y también mentalmente para tener a nuestro hijo.

Cuando la enfermera nos llamó, nos pusimos de pié rápidamente y agarré la mano de Indira.

-Recuerda- le dije -no estás sola.

Asintió y juntos caminamos hacia la puerta en donde hace unos segundos estaba la enfermera anunciando el turno de Indira Lenox.

La joven y simpática enfermera nos guió hacia una pequeña sala en donde había una camilla, dos sillas, una pantalla, un escritorio y unas herramientas. La enfermera señaló la camilla, así que Indira se acostó.

-¿Edad?- preguntó la enfermera. Los dos nos miramos

-Dieciocho.- contestó Indira

-Padres jóvenes- afirmó la enfermera -Bueno, comencemos.

Mientras la enfermera más avanzaba, más nervioso me ponía, ya estaba a unos segundos de saber qué sería. Aplicó una crema en el vientre de Indira y comenzó a expandirla con un aparato mientras miraba fijamente la pantalla. Era emocionante.

-En unos segundos aparecerá la cabecita, los piececitos, las manitas y sus partes, por lo que determinaremos el sexo- dijo sin quitar un momento la vista de la pantalla

Miré a Indira y su cara reflejaba nerviosismo pero tranquilidad a su vez. Sabía que estaba igual de ansiosa que yo.

La enfermera hizo una pausa y nos miró. Me puse un poco nervioso. No sabía como interpretar esa mirada, ¿buena o mala?

-¿Qué pasa?- preguntó Indira con un tono de preocupación

-Sí, ¿qué pasa?- pregunté

-Jóvenes Silver- continuó hablando la enfermera

-¿Sí?- preguntamos el unísono

-Señorita Silver, no son dos corazones latiendo en un mismo cuerpo...

-¿Cómo?- pregunté. No entendía -Explíqueme doctora por favor...

-Son tres.- finalizó la enfermera -Felicidades. Son gemelos.

¿DOS?

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