VI

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Los pasos de Tiberius podían haber sonado por todo el castillo por la forma tan fuerte en la que pisaba. Después de haber tomado el té junto a Liana en incómodos silencios y esquivas palabras, la dejó en la oficina de su madre donde hablaría con la reina y él fue directo a donde sabía que su hermana estaba.

La única persona que podría entenderlo ahora sería Livia. Unidos no solo por el vínculo fraternal, sino también por el mismo propósito. Ahora que la boda era cada vez más real para todos, sentía un pánico agonizante dentro suyo, una ansiedad incontrolable de estar a punto de cometer el error de su vida. No solo era por él, sino Liana. Ella le había confesado en una noche silenciosa junto al retrato de su padre que esperaba casarse por amor. Era demasiado pronto para que Ty sintiera algo como eso, y se preguntaba así mismo si Liana sería alguien a quien él podría amar. Era lista, vivaz, amable, y sin duda tenía las cualidades necesarias para ser una reina benévola, pero él necesitaba más que eso.

Abrió la puerta de la sala de entrenamientos donde los hermanos practicaban. Tiberius era diestro en la espada pero su hermana parecía haber nacido con la lanza en sus manos y la manejaba con elegancia como si fuera una extensión de ella misma. Cuando ingresó, Livia realizaba movimientos precisos con ella, estaba sudada y su cabello sujeto en una coleta. su traje de combate le quedaba algo grande pero jamás le había molestado. En primer lugar, la princesa no debería ser apta para aprender el arte de la lucha, pero no había un "no" para Livia; excepto cuando su madre le prohibía reinar.

-Livvy, esto se está saliendo de control.- Livia detuvo sus movimientos y lo observó desde la distancia.- Madre planeó todo, la boda, mi viaje a Winchester para pedir la mano de Liana. Esto no está bien. No quiero esto, Livvy. No puedo.

-Tiberius, tenemos compañía.

Ty se detuvo en su lugar mirando confuso a su hermana. Livia señaló con su cabeza sin dejar de verlo a Roy que se encontraba sentado a unos metros de ellos. Él se puso en pie y lo reverencio, observándolo con incomodidad pero con su característica sonrisa. El estómago se le revolvió a su causa; compartir sus pensamientos con su hermana era una cosa, pero que el futuro Lord de las Islas escuchara los problemas diplomáticos y familiares de la corona era peligroso si no era de fiar.

-Príncipe Tiberius, es un placer verlo.

-Tus clases son privadas, ¿qué hace él aquí?

-Si madre no ve que soy amable con nuestro invitado jamás va a oírme. No eres el único que tiene que satisfacerla.- Livia dejó su lanza y se acercó a él.- Roy, ¿puedes retirarte? Necesito un momento con mi hermano.

-Si me disculpan.- Roy los dejó y cerró la puerta tras de sí.

Ahora Livia y él quedaron solos en el gran salón y la pesadez que sentía no era tan fuerte como antes cuando los ojos verdeagua de su hermana lo vieron con firmeza y comprensión.

-Está bien, dime qué sucede.

-Liana tomó el té conmigo esta tarde. Me ha dicho que parte en una semana y que la reina informó que iré con ella. Ninguno de los dos es tonto, Livvy, ambos sabemos que nuestras madres ya lo han planeado todo. El único motivo de mi visita a la emperatriz es para pedir la mano de su hija. Es oficial, quiere que sea el rey. Debes hacer algo, convencela. Nos queda poco tiempo.

-No lo entiendo ¿Por qué está tan empeñada en apurar las cosas? Podría esperar un poco más, apenas nos recuperamos de la guerra. Debe haber algo que no estamos viendo, algo que nos oculta... Ella misma está renunciando a ser reina, ¿por qué lo haría?

Ty no tenia respuesta alguna para ella. Quería que su hermana fuera más astuta que él porque era su única esperanza. Si pedía a Liana matrimonio sería la firma para su fin, ya no mas escaparse, ya no mas soñar con la libertad.

El Príncipe de Plata Donde viven las historias. Descúbrelo ahora