VIII

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Cuando la luz ya casi estaba siendo una simple ilusión y la claridad del cielo era cada vez más grisácea, Tiberius y Christopher se bajaron del tronco.

Ty tomó la mano del rubio con la simple excusa de que estaba oscuro y temía perder el equilibrio entre la hierba, pero tal vez (pensó) también cabía la posibilidad de que la sensación de su mano entre la suya era una emoción nueva y encantadora. Christopher no parecía molesto con la acción, se aferró a él con la misma confianza que antes. El cuerpo cerca suyo le brindaba calor, comodidad e inspiraba lo que pensaba que no había obtenido antes: libertad. Tal y como se lo había pedido, durante las horas en el bosque, Christopher logró por sí mismo darle a Tiberius el aire puro que necesitaba, la calma antes de la tormenta para que pudiera prepararse antes de enfrentar la guerra diplomática con su madre. Habían hablado de las diferentes vidas que llevaban, pero ninguno parecia ofendido con el otro. Cada uno compartió anécdotas, miedos, y le hizo sentir que tal vez sí tenía un amigo.

Chistopher le había hecho reír sinceramente y ese pequeño lapso de tiempo fue suficienre para darle una probada de felicidad que había pensado que su padre se había llevado cuando había muerto. Estaban riendo cuando volvieron cabalgando al establo pero su sonrisa se apagó cuando vio a Livia de brazos cruzados frente a ellos. La luz de las farolas mostraba su semblante serio y lo descontenta que se mostraba. Sus ojos estaban fijos en su hermano mellizo y cualquier molestia que sintiera sabia que solo iba para él. Detras de ella, Roy se veia incómodo aun con su sonrisa a medias. Él miró a Christopher y su rostro fue de pura curiosidad.

-Por Dios, ¿dónde te habias metido? Me tenías preocupada.

-Dije que iría a verte antes de la cena.

-Cenamos hace media hora- su voz era tensa-. Tuve que decirle a madre que estabas en la biblioteca estudiando tus lecciones. Debiste haber visto su cara. Era de puro placer al saber que su hijo había aceptado ser rey.

Tiberius quedó en silencio. El tiempo no le había parecido tan extenso en el bosque. Para él, había sido refrescante perderse entre palabras y tonos diferentes, sentado en la naturaleza que le prohibía ver el palacio real y le permitía imaginar inocentemente que era su propio dueño. Pero el repentino golpe de realidad lo había golpeado con las palabras de su hermana, dándose cuenta que efectivamente la noche ya estaba sobre ellos y sus responsabilidades seguían firmes sobre sus hombros. No importaba cuanto intentara huir, debía volver a donde estaba.

Sin embargo, ahora era diferente. Había mucho más que solo cumplir la obligación de un príncipe. Livia estaba allí porque tenían una misión: debían revelar el secreto de su madre e impedir su reinado. Su hermana y él debían haber emboscado a Liana para preguntarle si complotaba en el mismo equipo de la reina, pero había estado tan absorto en su propia dicha que la pesadez y armagura de la tarde ya no estaban sobre él. Ahora habían vuelto con más temores de no saber si lo lograrían.

Christopher tomó las riendas del caballo y se volvió invisible como solo un criado podría serlo. Livia no le había dirigido la mirada ni un segundo, aun cuando él se había reverenciado cortesmente; solo Roy pareció percatarse de la cercanía con la que habían estado, pero Christopher fue hábil en perderse entre las sombras y pretender que solo estaba allí para servir al príncipe. Tiberius no pudo soportarlo.

-Estaba con Christopher.- Dijo por fin. Vio al rubio, aun de espaldas, tensarse por completo ante su nombre. Livia aun seguía mirándolo a él con una expresión impaciente.

-¿Y quién demonios es Christopher?

-Él.- Tiberius lo señaló con el dedo índice.

Su hermana se volteó para observar al criado que ahora también la veía. Chistopher estaba pálido bajo la luz del fuego, con los ojos brillantes de temor y la postura recta. Livia le dio una larga mirada de arriba a abajo en completo silencio y luego se volvió a su hermano.

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