El Príncipe de Plata

XXIII

Los pasillos se volvían más angostos a medida que avanzaban y la humedad se volvía en calor aguado pegándose a sus cuerpos. La adrenalina que abrazaba sus vértebras los dejaba mudos y agitados por la velocidad de sus pasos, la expectativa creciente de llegar a destino. Ninguno sabía qué es lo que harían al llegar, pero   era suficiente saber lo que querían terminar para que sus pies se sintieran motivados por ello.

Tiberius sostenía la mano de Christopher y las irregularidades de su palma eran la única realidad a la que podía atarse ahora. El frío que había sentido producto de una creída traición ya se había borrado, demasiado sobreestimulado con la familiaridad de la confianza que siempre había sentido desde que lo conocía. Necesitaba enfrentar esto a su lado, y así como empezaba, terminarlo con sus manos entrelazadas. No había más opciones para Ty, no había otro final. Esta noche viviría con Christopher a su lado o por el contrario moriría junto a él.

Liana, quien lideraba la caminata en grupo, se detuvo haciéndolos a todos imitarla. Se giró solo un poco para enfrentarlos. Tiberius recordaba la primera vez que la había visto, impoluta, demasiado amable, gentil y dósil. No era más que una vaga memoria antigua de la mujer que estaba frente a ellos ahora. Seria, decidida, agotada y fuerte. Se preguntaba cuánto había soportado hasta rendirse a su propio cansancio. 

- Creo que esta es la puerta que nos llevará a la oficina de su madre- Liana susurró por lo bajo-. Ella puede estar del otro lado.

Tiberius sintió que su corazón podría derrumbarse a sus pies y dejarlo morir desolado allí. Pero Christopher dio un apretón a su mano, aun observando a Liana, pero con la postura de quien se mantendría junto a él y la calma fue de nuevo algo más que un simple anhelo.

-Avanzaremos con cuidado.
No hay planes que puedan funcionar ahora, improvisaremos.

-No es necesario.- Livia limpió un poco el filo de su espada en su propio vestido y miró con la tormenta desatandose en sus ojos.- No tendrá oportunidad.

-Livvy - Tiberius llamó.

-Ty, sé que esto no está bien para ti pero si debo dejarla sin vida...

-No falles.- Tiberius sentencio.

Livia lo miró sorprendido durante un segundo, volviéndose a ver más como su hermana y menos como su madre. Pero esa confusión duró poco hasta que asintió y el tsunami chocó contra el huracán de los ojos de Tiberius. Era una promesa entre ambos hermanos. Si era necesario, si su madre dudaba en siquiera atacar a alguno, no habría nombre para la traición. Ellos estaban allí para acabar lo que su madre había empezado.

Tiberius sintió la pesada mirada de Christopher sobre su rostro pero no se giró a verlo. Había temido demasiado tiempo en que él pudiera dejarlo si se convertía en la sombra de lo que Helena había demostrado ser. Pero el peso en su mano no había dudado en ningún momento y Ty solo pudo aferrarse a que tal vez Christopher no lo odiaria después de salvarlos a ambos, y que si no quería marcharse libremente lejos de sus manos castigadas podrían irse juntos.

-Lady Liana, es hora de abrir la puerta.- Livia habló.

-Antes de eso- Liana interrumpió. Tiberius vio el cambio de expresiones en su rostro y le recordó a aquella mujer que había estado a solas con él en la oscuridad de los pasillos del castillo, observando los cuadros de antiguos reyes, secretamente asustados el uno del otro y esperando salvación para sus futuros.- Quiero decirles, que aunque nuestros momentos no han sido del todo amenos, saber que tengo su confianza ahora es suficiente para mí para considerarlos mis amigos. Amistad no es una palabra que había conocido antes de su perdón y si hoy mi vida termina, habré elegido el camino correcto al estar a su lado.