Mis lindas y tiernas nekos

Soledad

Eren era un típico chico de Universidad que a pesar de no ir ni tan mal ni tan bien, no sé tomaba el tiempo para conseguir amigos. Ya que sí no estaba semi estudiando, estaba perdiendo el tiempo en la computadora.

A pesar de que se esforzaba para conseguirlos jamás lo lograba, lo que a veces lo frustraba. ¿Acaso había algo malo en él?

No lo sabía, pero era bastante molesto intentar y no lograr nada. Volvía a su casa donde a veces su madre o ambos padres, ya que a veces lo iban a visitar.

El chico vivía en un lugar pequeño cerca de la escuela, separándose por varios metros de la casa de sus padres.

Ellos constantemente preguntaban por algún amigo o incluso novia pero en vez de responder solo reía con ironía e iba a su habitación para olvidar ese tema y comenzar a escuchar música a un tono promedio pero lo suficiente como para no querer escuchar nada.

Esas acciones preocupaban a sus padres, no tenía a nadie cercano que no fueran ellos mismos. Nadie y tampoco pedía alguna mascota, eso los preocupaba bastante, temían a que cayera en depresión o algo similar. Amaban profundamente a su hijo y que tal vez se enfermera o sufriera de algo como eso les dolía bastante.

Eren se recostaba miles de veces en su cama, mirando el techo fijamente, consumiendo el foco en su mirada perdida. Suspiró.

Se quitó los audífonos para escuchar segundos después. El tocar de la puerta de su habitación.

- ¿Estás ahí dentro? -  preguntó su madre desde afuera, el chico abrió la puerta, sonriendo.

- Claro que aquí estoy mamá -

- Bueno, ya nos vamos -

- Oh, ahora bajo, vamos -  tomó a su madre del brazo y bajaron.

Se despidió de ambos padres y de nuevo, se quedó solo.

Le agradaba su soledad pero en ocasiones esa soledad lo abrumaba tanto que sentía el cómo des encajaba de la sociedad. Era extraño, ahora atrás eso no le había pasado jamás.

Sintió una opresión en el pecho y al ser así, decidió levantarse y comenzar con los deberes escolares. Desconectando su mente de sus problemas sociales.