Capítulo treinta.

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Juliette

            —Eso tiene que ir en las esquinas de los bancos, no eso es para el altar —empiezo a dar órdenes a los trabajadores, giro sobre mis talones revisando la decoración de la gran iglesia, faltaban pocas horas para la boda y yo seguía enfundada en mis jeans con una hora de retraso en mi arreglo—Los dejare solos desde ahora —les aviso a todos —Las flores blancas en cada ramo deben ser seis, y en el centro una roja ¿Entendido? —todos asienten, doy una bocanada de aire amplia relajándome poco a poco, tomo la mano de una chica para darle unas instrucciones aparte, reúno a todos para una plática de menos de cinco minutos —Quedan cinco horas para la mejor fiesta del año, una vez que terminen aquí, seguirán a la recepción —asiento, dejo partir a todos los trabajadores cuando les quedan claras todas sus tareas, camino por el pasillo de la iglesia checando todas las notificaciones pendientes que tengo, cuando salgo veo todas las llamadas perdidas por parte de Pepper junto algunos mensajes de voz, Natasha había dejado algunos mensajes en mi buzón normal, suspiro frustrada, ¿Ahora que se le ocurrió a la pelirroja? Pienso para mis adentros mientras marco el número de Potts, esta contesta al instante como si no tuviera nada importante que hacer en este día más que estar pegada a su celular — ¿Qué sucede? Y por favor dime que no has quemado tu casa o tu vestido, porque si lo hiciste incendiare la iglesia, tengo todo listo, Potts.

             —¿Dónde está mi ramo? —contesta una Potts histérica ignorando por completo mi amenaza, un pequeño dolor punzante y constante ataca la base de mi cráneo, era el inicio de una migraña, a los futuros Stark los obligaría a pagar mis horas con un buen terapeuta junto a la medicación necesaria para terminar con este sufrimiento, llevo mis manos a mi sien masajeando lentamente el lugar afectado, respiro hondo, parece que Pepper lo entiende como una instrucción ya que hace lo mismo al otro lado de la línea.

                —Pepper —respiro tranquilamente hablando lo más gentilmente posible que puedo, bajando el tono de mi poca paciencia —Las flores te las daré cuando estemos en la iglesia, en cinco horas yo las tengo en el refrigerador de mi casa cuidando que estén perfectamente para cuando estés en la iglesia —digo lentamente, como si de un niño se tratara.

               —Lo siento —se disculpa avergonzada, un sollozo de nervios escapa de su garganta, escucho ajetreo por parte de sus damas de honor, no sé qué posición era peor, ser una dama de honor que se debía encargar de que la novia se viera hermosa, tranquila jovial y para nada histérica y deschavetada o de organizadora de bodas, la cual tenía que lidiar con los ayudantes, los invitados, y los novios, ambas eran muy malos papeles, pero el mío vencía sobre todos, era la maldita organizadora y una dama de honor, la principal a decir verdad, tendría que aguantar a todos por igual, revisar que todo este perfecto y sin duda cuidar a los niños endemoniados que aparecerán por parte de la familia Potts y para agregar la cereza del pastel, aguantar a los novios, a ambos, no solo por ser organizadora o dama, sino porque era una de las personas más cercanas a esos dos histéricos —Lo había olvidado, lo siento —susurra y yo asiento aceptando gustosamente su disculpa.

           —¿Qué estás haciendo ahorita? — intento cambiar el tema para que no surja otra duda inútil en su mente.

           —Estoy esperando el vestido, están haciendo ajustes de último momento —suspira frustrada —Me queda algo grande el pecho, al parecer ayer estaba reteniendo líquidos y estaba hinchada, hoy estoy más delgada.

Intento no reírme —De acuerdo, iré a bañarme, posiblemente tendrán que arreglarnos juntas ya que no he logrado nada avanzando en tu perfecta decoración — suspiro levemente — te veo en una hora — hablo mirando el reloj en mi muñeca — La estilista debe llegar a tu casa a las tres de la tarde.

A Peculiar Little Marvel Story | Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora