Capítulo once.

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Juliette.

Mirar a mi mejor amiga de 1940 postrada en una cama y senil, me llena de culpa, yo también debería estar así, o muerta. No debería verme joven como lo hago ahora, Steve habla con Peggy mientras yo estoy alejada de la pareja, estoy apoyada en la ventana abierta, viendo hacia el jardín, miro a todas las personas mayores haciendo su caminata diaria, cierro los ojos cuando la brisa de verano se cuela por la habitación, lo disfruto y me imagino estando ahí con James a mi lado, los dos tomados de la mano, llenas de arrugas y manchas de la edad, lo miro a los ojos y en mi imaginación veo al hombre guapo que era, imagino una vida que nunca iba a tener, al menos no a su lado.

Mi imaginación es interrumpida por el ataque de tos de Margaret, me acerco con un vaso de agua, ella lo toma cuando se ha recuperado y toma agua tranquilamente, Steve toma el vaso de vuelta y lo deja en el buró, Peggy nos mira, sus ojos están desenfocados, luego se llenan de asombro y sorpresa.

             —Steve —luego me mira a mi —Juliette —sonríe y sus ojos se llenan de lágrimas — Están aquí. ¿Cómo? —mira a Steve.

Él le vuelve a contar una versión más corta de lo que paso en 2011, luego Peggy me mira.

            —Howard...

            —Tony, su hijo, me despertó hace dos años, él no sabía nada.

            —¿No tiene la cura?

Niego y tomo la mano que se acerca a mí y la acaricio —Ya no es necesaria —le sonrió —Mi mejor amigo está pasando el mismo infierno que yo —le sonrió, eso la hace reír y siento la mano de Steve en mi espalda, se aparta de nosotras y nos deja hablando. Peggy me cuenta sobre su familia, su esposo y su tiempo como Directora de S.H.I.E.L.D.

              —No pude olvidarlos a ambos —me confiesa —No podía, fueron algo importante para mí.

              —Lo sé, te creo —le sonrió y beso su mejilla.

Cuando está cansada como para seguir con la visita, nos despedimos, le prometo volver y en algún momento espero cumplir la promesa.

           

             —Eso fue... —empiezo pero no termino mi frase, Steve asiente.

             —Doloroso, lo sé, al principio no venía muchas veces, pero después, pude superarlo, posiblemente, tú también puedas.

Asiento y pongo mis manos alrededor de mi vaso de café. Estamos en la cafetería donde trabajo, como no he iniciado mi turno me tomo el tiempo restante en comer con Steve. Mi amigo se despide media hora después y yo inicio mi turno un poco antes de la hora, a veces lo hacía, cuando estaba aburrida en casa. La jornada de trabajo pasa tranquila, atiendo a los clientes que llegan en el transcurso de las horas, mi mente no se apartaba del recuerdo de Peggy, y mi imaginación tampoco me dejaba tranquila, imagino a Bucky a mi lado su cabello platinado, las arrugas en su frente acentuadas, hay manchas en su rostro, él me sonríe tranquilamente, me quedo perdida en sus ojos azules hasta que el aparta la mirada, a lo lejos contempla a nuestros nietos reír y jugar, mi delirio es interrumpido por las palabras de un cliente, giro mis talones hacia su dirección y me topo con la sonrisa de Stark, niego levemente mientras una sonrisa se cuela por mi rostro.

          — ¿Qué haces aquí? — me siento frente a él después de indicar mi hora de descanso, Tony alza una ceja.

          — Pensé que me recibirías de mejor forma, O'Neill.

A Peculiar Little Marvel Story | Bucky BarnesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora