En donde no hay un corazón.

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Me aliso mi traje con las manos y vuelvo a atarme el moño alto. No importa cuántas veces lo haga, no consigo verlo perfecto, me fastidia. Todo debe verse impecable para las fotos que están por venir. No puede haber nada fuera de lugar, nada, ni siquiera en mi alrededor.

—Hey, tu. —llamó la atención de la chica que luce más que nerviosa a mi lado. No ha parado de masticar chicle como si fuera una vaca en todo este rato y para peor, tiene el lápiz labial corrido. Un labial de color rojo, brillante, extremadamente llamativo y quizás por eso es que luce tan barato. No puedo creer que haya elegido un tono como ese para este momento.

—Ah... S-sí, dime. —titubea como si estuviera por trancarse con su lengua. Dios, su expresión es terrible, tan solo falta que comience a sudar por la nariz.

—Tienes el labial corrido, en tu labio inferior. —le indicó mostrándole con mi dedo.

—Ah, no puede ser, lo siento. —se limpia con su dedo provocando que se disperse aún más. Se crea una mancha roja aún más visible y me pone a hervir contenidamente. Como quisiera gritarle a esta tonta. Como se le ocurre limpiarse de esa forma.

—Ahora lo dispersaste aún más, necesitas limpiar te luego, ya estamos por salir.

—¡Ay no puede ser! —exclama dando un salto. Realmente está nerviosa, maldita sea, porque diablos tiene que estar a mi lado.

—¿No tienes nada con que limpiarte?

—No, yo... Ni siquiera traje mi cartera, estaba tan nerviosa que la deje en el baño, tuve que llamar a alguien para que—

—Está bien, no importa, yo ando con la mia. —le menciono antes de soltar chispas frente a su vergonzosa explicación. No puedo creer que esta tipa sea una de las chicas más inteligentes de nuestra clase.

—Muchas gracias, te lo agradezco. —me dice tímidamente cuando le entrego una toallita húmeda para que se limpie. —Mejor deberías sacártelo todo, no creo que ese color sea el más adecuado para hoy. —le sugiero y me mira algo desconcertada. —Todo pasa por algo. —añado elevando un poco mis hombros y sonríe nerviosamente.

—Así que lo que dicen sobre ti es cierto. —afirma de pronto en un bajo tono.

—¿Disculpa?

—Eres Amber Jones, ¿verdad? —me pregunta comenzando a retirarse todo el labial de su boca.

—Si. —asiento.

—Lo sabía, he oído que eres muy estricta y que siempre sabes como mantener la calma, aún en los peores momentos, justo como ahora. —menciona y me rio con ironía.

—Este no es un mal momento, es un momento increíble. No hay razón para estar nerviosa o afligida, al contrario. —expreso acomodándome mi blusa esta vez, podría jurar que los botones de mi cuello se desacomodan en cuanto me muevo un poco. —Así que deberías relajar tu rostro, eh... Tu. —olvidé su nombre, para mí no es más que la chica de grandes anteojos y torpe que siempre se atraviesa en mi camino cuando estoy apurada.

—Gilda, mi nombre es Gilda. —me informa tímidamente. —No te preocupes si lo olvidaste, no soy muy popular que digamos.

—Yo tampoco. —me paro firme y vuelvo a sacar mi pequeño espejo para verificar que todo esté en orden en mi rostro.

—¡Eso no es cierto! Tu si lo eres, todos te conocen en el hospital. —expresa viéndome algo emocionada y ni se por qué. En este lugar todos me conocen por ser una ogra estricta nada más, ni que tuviera fama de niña dulce y buena. —Todos siempre hablan de lo bella que eres y de lo muy lejos que has llegado gracias a todo tu esfuerzo, aunque algunos dicen que eres algo gruñona y exigente, pero... —va silenciando su voz de a poco.

MonsterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora