uno

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¿Cómo le puedes explicar a una adolescente de diecisiete años que el chico que le gusta simplemente es una mierda y le conviene alejarse antes de que algo muy malo le pase? Complicado, ¿no es así?

Bueno, yo era esa adolescente de diecisiete años, llena de inseguridades y problemas que le gustaba un chico con pinta de ser la octava maravilla del mundo, pero no estaba más alejado de serlo. Y nadie me trató de explicar por qué no me debía gustar Park Jimin antes de que me lastimara.

Pero, en mis días de preparatoria, parecía simplemente imposible que no te temblaran las rodillas al ver pasar a ese enano por los pasillos de la escuela. Aunque Park Jimin no era tu fuckboy promedio, vaya que no lo era; no llegaba a medir lo que los demás chicos apuestos de la escuela median, no era extremadamente musculoso ni era intimidante por su aspecto, tampoco tenía un rostro boyfriend material como muchos otros chicos. Jimin tenía la particularidad de ser apenas más alto que el promedio de chicas y tener un rostro estilizado que podía adaptarse al tipo adorable o en su defecto un tipo caliente.

Oh, sí. Jimin era igual de versátil que un bolígrafo con varias tintas.

También tenía la facilidad para relacionarse con chicos y chicas por igual. Porque era una persona atlética y al mismo tiempo sabía de moda; le gustaba hablar sobre chicas con los chicos y al mismo tiempo daba consejos amorosos.

Pero aquí hay un error. Park Jimin podía ser una persona amable, podía ser amigo de todos y ser todo un adonis, pero nunca había sido mi tipo. No me gustaban ese tipo de chicos, siempre había estado interesada en alguien que fuera más alto que yo, que no cambiara su tono de cabello constantemente y que en vez de desbordar seguridad fuera un poco más tímido.

¿Por qué me gustaba Park Jimin entonces? Porque Jimin era una persona que sabía manipular muy bien a las personas, y cuando quería algo, lo obtenía. Me gustaba porque Jimin dio justamente en el clavo de cómo gustarme sin tener realmente que intentarlo, supo cómo llamarme la atención sin que siquiera me haya llamado la atención en un principio.

Todo empieza porque en mi tercer año ambos comenzamos a compartir clases, lo habían asignado a mi grupo y bueno, teníamos que convivir todo el día exceptuando los descansos y ciertos momentos del día donde se supone que tenías tu horario con los clubes a los que te hubieras apuntado. Pensé entonces que me había librado de tener que verlo, pero no fue así. Resulta que a Jimin le gustaba el baile tanto como a mí.

Pensé entonces que, no tenía por qué ponerme a la defensiva, aunque Jimin no me terminara de agradar, si le daba una oportunidad podría resultar ser la persona maravillosa que todos dicen que es. Y en un principio lo fue.

Cuando hacíamos actividades en grupo era el primero en ayudar, en el grupo de baile siempre ofrecía enseñarnos las coreografías difíciles, nunca se negó a conseguirnos materiales en clase y tampoco en la tarde. Me agradaba Jimin, sí. Pero había algo que no me dejaba tranquila y tenía que ver con que le gustara el baile tanto como a mí, porque también era mejor que yo.

—. Jimin-ah, eres muy bueno, debes darnos cinco segundos de ventaja al menos.—mencionó a mi lado Soo ah quitándose el sudor de la frente. Jimin se rió de su comentario y se sentó en el suelo del salón de prácticas.

—. Descansemos un momento, ¿les parece?—preguntó amable recogiendo su botella de agua.

Todos parecían completamente aliviados por esta pequeña interrupción del ensayo para descansar. Pero yo ya estaba harta de estar encerrada con tantas personas, quería irme a casa de una vez. Bufé con hastío y avancé hasta mi mochila para comenzar a guardar mis cosas.

—. Eres muy bueno, danos cinco segundos de ventaja. Tonterías.—arremedé mientras guardaba mi toalla dentro de mi bolso.

—. Otra vez estás arremedando a Soo ah.—mencionó Taemin sentándose encima del estante donde estaba mi bolsa. Le miré con una ceja enarcada y cerré la bolsa.

1996 ; P.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora