1996 ; P.jm

e p i l o g u e

Seguí la dirección del remitente en la carta. Todo el dinero que tenía ahorrado lo gasté en un boleto de avión y una reservación en un hotel de Mónaco. Empaqué mis cosas y llegó el día de irme.

Duró más de lo que pensé el viaje, pero finalmente llegué en la madrugada a Paris, tomé un autobús hasta Mónaco y un taxi que me llevase a la calle por donde Erin vivía. Estaba nevando y las calles estaban llenas de nieve y niños correteando y jugando con esta misma. Las luces cálidas de las banquetas llenaban de vida las calles y la gente que pasaba reía.

—. ¡Jimin-ah!

Era su voz.

Su única e inconfundible voz, sonaba alegre y emocionada llamando mi nombre. Sentí toda una revolución dentro de mi, mi corazón comenzó a palpitar rápidamente con emoción y mis manos sudaron instantáneamente. Giré mi cabeza levemente para ver su rostro después de tres largos años. Sonreía en grande, agitaba su mano en el aire para llamar mi atención. Su cabello color jengibre relucía con la luz de las lámparas de la calle y vestía con un abrigo blanco para el frío.

Corrió hacia mí con pasos pequeños y alegres como si estuviese saltando. Finalmente se paró frente a mi y yo me di la vuelta completa para verla.

—. ¿Cómo has estado?—preguntó después de mirarme también de pies a cabeza.

—. ¿Como...supiste que estaba aquí?—pregunté con un hilo de voz.

—ella esbozó una sonrisa y agachó su cabeza—. Me tomó menos de diez minutos adivinar que mi carta te haría buscarme. Y después de pensar un rato, llegué a la conclusión de que justo a esta hora te vería aquí.

—suspiré—. O eres muy inteligente o me conoces muy bien...

—. Me voy más por la primera opción—dijo con una sonrisa antes de señalar una de las bancas del pequeño parque—. Siéntate.—indicó sentándose ella primero y palmeando el espacio a su lado para que la acompañase. Obedecí y me senté a su lado organizando mis pensamientos para decirle por qué había venido.

—. Te ves muy feliz...¿qué estás haciendo en Mónaco?

—ella suspiró contenta—. ¿Por donde empiezo? Estoy trabajando como escritora para una editorial francesa...aunque por el momento sólo puedo escribir en inglés por mi poco dominio en el francés.

—. ¿Aprendiste francés..?—pregunté mirándole con los ojos cristalinos.

—. Quiero creer que sí.—y volvió a reír.

—. También escribes.

—. Era momento de dejar florecer mi pasión por la escritura.—infló sus mejillas e hizo una mueca—. Mi lugar no era entre esos modelos de alta costura y las oficinas minimalistas.—mencionó encogiéndose de hombros y después me señaló con su barbilla—. ¿Tú? ¿Qué has hecho?

—. Hoseok me despidió al final.—respondí mordiendo mis labios—. Terminé convirtiéndome en el manager de Taehyung, para no perder el piso y tener un empleo aún.

—. ¿Qué hay de Soo Ah? ¿Está bien?—preguntó de repente. Me congelé momentáneamente, no creí que quisiese hablar de ella o que siquiera la trajera a nuestra conversación de todas las personas que conocíamos ambos y con las que mantenía contacto.—. ¿Por qué me ves así?

—. No creí que sacarías el tema...

—. Ya. Se que no es típico de mi. Pero ya no estoy dispuesta a seguir con la misma mierda atada a mis tobillos.—dijo volviéndose a encoger de hombros y me miró curiosa—. ¿Entonces? ¿Está bien?