sette

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Siendo completamente sincera, no sabía muy bien por qué estaba yendo a la casa de Jimin dos días antes de la competencia. Es decir, tenía un indicio de por qué me pareció una buena idea en un principio, pero supongo que me falta poner en práctica el pensar antes de actuar porque en cuanto lo pensé, ya me estaba levantando de la cama para salir de mi casa.

Había estado dándole vueltas en mi cabeza a muchas cosas que estaba sucediendo al mismo tiempo y que no sabía muy bien a cuál de todas prestarle más atención, no sabía cómo organizar su importancia, porque todas resultaban de igual manera relevantes para mí, aunque claro que si las analizaba a fondo, muchas de ellas terminaban siendo algo que me hace perder tiempo, de lo cual no me quiero dar cuenta así que termino ignorándolo.

Cosas como el apoyo que le estaba dando a Jihyun con su nuevo camino, la competencia y a su vez los ensayos; la charla que había tenido con Jimin sobre qué haría al salir de la escuela y al mismo tiempo el desacuerdo que tuvimos ese mismo día. También influyó mucho en mí las palabras de SeokJin aquella noche. Había estado pensando en eso más que cualquier otra cosa porque me parecía importante, después de todo era lo mismo por lo que empezó mi supuesta pelea con Jimin, y debo decir que sí era algo que me tenía preocupada. Jin me dijo que por lo que estaba pasando no era gran cosa comparada con otros conflictos de la vida, lo cual es cierto; también me dijo que todo iba a estar bien, a lo que yo le creo.

Con esa iniciativa pensé entonces que tenía ciertos asuntos pendientes. No quería pasar otro día más de mi vida y juventud triste, y para que no volviera a suceder tenía que enmendar las cosas que estuvieran mal a mi alrededor. Y por eso, fui a ver a Jimin. Crucé la calle hasta donde empezaba el terreno de su casa y me frené al llegar a los rosales del extenso jardín al divisar algo entre uno de ellos.

Me detuve en seco al verlo sentado ahí, con sus rodillas casi pegadas a su pecho y sus manos limpiando sus lágrimas. Mi corazón dio un vuelco y se rompió en pequeños pedazos en cuanto le vi llorar. Me acerqué lentamente y me quedé parada en frente de él. Cuando notó mi presencia tan sólo atinó a secarse la cara y hacer como si nada hubiera pasado.

—. ¿Qué haces?—pregunté mirándole preocupada.

Jimin no respondió, suspiré y me senté a su lado. Hacia mucho frío afuera, pero aún así, Jimin tan sólo vestía con unos pantalones negros y una playera blanca. Me acerqué para intentar transmitirle el calor de mi chamarra, pero no parecía que él tuviera frío realmente.

—. ¿Por qué lloras?—pregunté mirándole a los ojos. Jimin dejó de evadir mi contacto visual y también me miró, entonces sorbió su nariz y suspiró profundamente.

—. A mi papá...—comenzó fingiendo una sonrisa agria, después de fruncir sus labios, sus ojos volvieron a aguarse y sollozó cortamente—, realmente no le agrado.

Jimin comenzó a llorar otra vez, le miré triste e incliné su cabeza con la palma de mi mano hacia mi hombro, él se acurrucó contra mí y siguió llorando. En ese momento, no sabía absolutamente nada acerca de la vida de Jimin fuera de la escuela, tampoco entendía cuál era su preocupación en ese momento y por qué estaba llorando. Pero tan sólo pude darle el comfort que sabía que sí necesitaba. Y también me permití llorar con él por un corto momento, porque yo también estaba pasando por un momento difícil bastante personal que tenía que ver con mis ideales, y aunque no se comparaba con lo que yo sospechaba era la no aprobación del padre de Jimin hacia él, ambos teníamos que desahogarnos, aunque fuera sin palabras.

Después de un tiempo sentados, en el que le di el tiempo necesario a Jimin de calmarse, me pidió irnos de ahí antes de que su padre volviera a aparecer. Yo, sin decir nada sólo le seguí. Lo que le había dicho esa tarde en la escuela era una excusa barata para no decir que sí me gustaba, que le seguiría hasta el jodido fin del mundo.

1996 ; P.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora