ventotto

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Jimin

No había dormido en tres días enteros. En mis venas sólo corría café para intentar quedarme despierto y seguir escribiendo. Seguía investigando en cada página y enlace de internet noticias sobre Jung Hoseok me sirvieran para competirle la cabeza de la agencia, pero simplemente no podía llegar a encontrar nada.

Había pensado en despejarme un poco cuando vi amanecer por tercera vez. Me sentía muy cansado y tenía que dormir al menos tres horas antes de seguir escribiendo o siquiera ir a la empresa a tratar de negociar con algunos empleados que estuvieran de mi lado.

Dormí un poco antes de asearme cortamente y sentarme en la sala del departamento a seguir pensando en todos mis planes.

Entonces escuché como tocaban la puerta. Me exalté un poco antes de levantarme del sofá y caminar hacia la puerta para abrirla. Sólo podía esperar a algún vecino que necesitaba un favor o incluso un visitante buscando a alguien más, pero mi sorpresa sólo se agrandó cuando abrí la puerta y la vi.

—. ¿Soo Ah...?—pregunté confundido observándola de pies a cabeza.

—. ¿Puedo pasar?—pidió con sus ojos cristalinos. Yo asentí con la cabeza y me hice a un lado para que ella pudiera entrar al departamento.

Estaba llorando a lágrima viva y su nariz estaba roja por el frío que seguramente hacia afuera. El abrigo que la cubría no parecía ser suficiente pero aún así ella se aferraba a la tela para no tiritar por la temperatura.

—. ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?—indagué haciendo que se sentase a mi lado en uno de los sofás de la sala.

—ella sollozó y carraspeó sólo para verme a los ojos—. Se que estás ocupado, Jimin. Y siento la molestia de venir hasta aquí, pero no se a donde más ir ni con quien hablar.

—. Tranquila, sólo cuéntame qué ocurre.

—sorbió su nariz y frunció los labios—. No quiero estar en mi casa, Jimin. Mi esposo...Minjae es...

—. ¿Te hizo algo?—pregunté claramente preocupado tomando sus hombros para que me mirase a la cara. Soo Ah simplemente asintió aún con lágrimas en sus mejillas.

—. Se que me engaña, me trata mal...y me ha golpeado.—explicó secándose el rastro de sus lágrimas de su rostro—. Se fue hace una semana, no se que hacer.

Sólo pude asentir con la cabeza analizando fríamente sus palabras. No me gustaba ver a Soo Ah sufrir, varias veces hablé con ella si era realmente prudente casarse con ese hombre pero cualquier cosa que le dijese era inválida ante su deseo de crecer como comerciante e inversionista. Aunque no podía quejarme ni argumentar contra eso, yo también tenía en mente subir hasta el peldaño más alto de la empresa y no planeaba detenerme.

Suspiré derrotado. Estaba cansado, mental y físicamente, necesitaba dormir más de dos simples horas y extrañaba terriblemente a mi novia. No quería cargar con los problemas de Soo Ah, solamente quería ayudarla momentáneamente, así que no se me ocurrió otra solución a su malestar.

—. Te acompaño a casa.—propuse levantándome y comenzando a caminar a su lado.

Ambos salimos del departamento y comenzamos a caminar calles arriba hasta buscar la casa donde vivía Soo Ah. Ella se aferró a mi brazo cubierto por el abrigo para el frío y sonrió como si no hubiese llorado a mares.

1996 ; P.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora