sedici

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—. ¿Entonces vas a armar un escándalo ficticio para promocionar su restaurante?

Mi papá aún no entendía el trato que había armado con Soo Ah. Tenía todo el derecho de decirme que cancelara todo y hallara otra forma de promocionar el restaurante de la chica, pero en vez de eso, simplemente dijo:

—. Qué interesante.

Era mi turno de visitante y ahora mismo estaba ayudándole a mi padre a comer. Ya había estado en el hospital algunas veces, mi padre, mi hermano y mis amigos habían estado en el hospital y en todas esas veces llegué a probar un poco de la comida y si soy sincera, no tiene exactamente el mejor sazón. Aunque no hay justificación, no puedes matar a un paciente por intoxicación alimenticia, tampoco puedes irritarle el estómago a un enfermo. Pero mi papá ya estaba dando sus últimos alientos y dejó muy en claro que no quería regirse por las mismas reglas que había tenido toda su vida, por lo que ahora mi trabajo era proporcionarle un poco de kimchi con mejor sazón que el del hospital a mi viejo y enfermo padre a escondidas de los enfermeros.

—. Ya compré los boletos de avión, ¿estás completamente seguro de que quieres irte?—mencioné acercándole el plato de kimchi a su pecho para que no derramara nada de sus palillos.

—. Claro que estoy seguro. Es el único lugar al que nunca he viajado y quiero ir.—respondió dejando los palillos sobre la mesa plástica sobre su regazo.—. No te preocupes por mí, estaré bien. Ya hablamos sobre eso.

—. Sí, lo sé. ¿Entonces te irás mañana?—pregunté envolviendo el traste de kimchi y metiéndolo en una bolsa para ocultarlo de los doctores.

—. Sí, cariño. Te llamaré antes de subir al avión si no puedes acompañarme al aeropuerto. Ahora, por favor sal, que tengo que ir al baño.

Obedecí a mi padre y me levanté de la silla a un lado de la camilla, le ayudé a levantarse y después salí de la habitación. Mi padre dice nunca haber visitado Sudamérica y por eso, está planeando un pequeño viaje antes de irse para siempre.
Afuera, en el pasillo del hospital se encontraba mi hermano y mi mejor amiga sentados en una pequeña mesa jugando lo mismo de años, póquer.

—. ¿Aún no te rindes, Jin?—pregunté recargando mi antebrazo en uno de los extensos hombros de mi hermano.

—. Te juro que voy a dejar a Jihyun en banca rota antes de morir aunque sea lo último que haga.—dijo apasionadamente mientras apostaba con las pequeñas fichas de colores sobre la mesa.

Bufé y me alejé de la mesa para ver la puerta abriéndose hacia el pasillo. Parpadeé perpleja en cuanto vi a Jin Woo entrar al pasillo con un ramo de flores en las manos. Caminaba con calma hacia nosotros.

—. ¿Pero qué tenemos aquí?—exclamó Jihyun mirando a Jin Woo al mismo tiempo que barajeaba las cartas en sus manos—. ¿Para quien son las flores, Jin Woo? ¿Acaso son para mí? Debo decirte que no bateamos para el mismo lado.—bromeó Jihyun fingiendo pena.

—Jin Woo esbozó una sonrisa con el comentario de Jihyun y negó con la cabeza sacudiendo su cabello—. No, vengo a ver al señor Kim.

—dejé de recargarme en mi hermano y me acerqué al pelinegro con los brazos cruzados—. Papá está en el baño.—él asintió pausadamente—. No sabía que vendrías.

—. Dijiste que mañana se va, quería desearle suerte en su viaje.—respondió agitando un poco el ramo de flores en sus manos.—. ¿Debía avisarte?

—. Preferiblemente.

—. Oigan.—ambos volteamos a ver a SeokJin acomodando sus fichas sobre la mesa y con sus cartas en las manos.—. Si van a discutir, no nos metan en sus problemas maritales.—Jihyun soltó una risilla ante el comentario de mi hermano y negó con la cabeza.

1996 ; P.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora