ventinove

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—. Ah...señor Park.—saludó Seokjin palmeando amistosamente mi hombro.

—. Señor Kim.—saludé de la misma forma y le sonreí.

—. ¿Ha escuchado las noticias? ¡Seguirá helando como el infierno toda la semana!—exclamó exageradamente mientras se acomodaba en su abrigo.—. Por cierto, Jimin...no quiero ser entrometido, pero...

—. Oh, hyung, se lo que va a preguntar, después de todo es su hermano...—dije avergonzado mientras desviaba mi mirada de la suya.

—. ¿Qué sucedió entonces con Erin?—preguntó preocupado, como cualquier hermano decente lo estaría a sabiendas que su hermana no se va a presentar a trabajar ni hoy ni mañana.

—yo suspiré y negué con la cabeza. No estaba en posición de decirle esto a Jin a unas semanas de la elección de presidente de la empresa, pero ser sincero era parte de ganarme esa confianza.—. Tuvimos una discusión...y terminamos. Lo puedo resumir de esa manera por su privacidad y la mía.

—. Igual te tengo en la mira, Park.—dijo mirándome con los ojos entrecerrados.—. De igual forma, suponía que este día llegaría. Sólo rezo porque pueda superarlo rápido.

—. Gracias por tu apoyo, hyung.

—. Oye, los exes existen por algo. No son para volver si me lo preguntas a mi.—dijo volviendo a exagerar sus expresiones como un viejo. Reí cortamente y le miré con una sonrisa.—. Da igual, el amor no discrimina entre los pecadores y los santos.

—. Si tú lo dices, hyung...aunque aún no se muchas cosas sobre ti.

—. ¿Y a qué surge esta curiosidad repentina?

—. Eres más cerrado que una caja fuerte, hyung. No se tus ideales, y si no defiendes nada, ¿por qué darías todo?

—él soltó una sonrisa media y me miró como si fuese muy ingenuo—. ¿Sabes, Jimin? Cuando mi padre murió no me dejó ninguna instrucción, solamente un legado que tenía que proteger. Si hay una razón por la que vivo, es porque muchos han muerto, así lo que sea que me depara el futuro...estoy dispuesto a esperarlo.

—. Muy profundo, hyung...aunque no es mi camino. Persigo lo que quiero.

—. No cuestiones mis ideologías y no cuestionaré las tuyas, Jimin.—respondió más sereno pero con aires de madurez y sabiduría en sus palabras.

—. Entendido.—hice una gesto como si él fuese un sargento y yo un soldado y después de eso bajé mis brazos.

—. ¡Yah, Jimin-ah!

Me volteé hacia atrás observando a Jin Woo y Hoseok caminando juntos hacia la sala de conferencias.

—. Lo siento, hyung. Tengo que irme.

—. Pero...

—. Hay decisiones que tomar.

Así, alcancé a ambos en la entrada de la sala y entré a esta. Observé cómo estaba decorada de tal manera que había una mesa central con platos, cubiertos y copas. Todo tipo de ventanas que daban hacía las demás oficinas estaban bloqueadas con las cortinas y sólo teníamos la vista de la ciudad frente a nosotros.

—. Caballero...y Jimin.—dijo Jin Woo señalando la mesa, yo rodé los ojos y bufé—. Siéntense, por favor.

—. Entremos en materia. Seamos directos.—comentó Hoseok acomodándose en la silla.—. No tenemos una idea mínima de lo que quieres hacer con la empresa, Jimin.

1996 ; P.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora