ventisei

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—. Jimin, regresa a dormir...—le llamé cruzando el marco de la puerta de la pequeña oficina del departamento.

—. Hoseok dijo que fuera a la empresa temprano.—contestó mirándome cortamente antes de seguir moviendo su bolígrafo sobre la hoja de papel rítmicamente.

—. Todavía está obscuro afuera.—repuse mirando la ventana de la habitación.

—. Lo sé. Sólo tengo que escribir algo más.

—. Escribes como si lo necesitaras para vivir.—posé mis manos sobre sus hombros y lo abracé por detrás. Vi cómo sonrió y se acurrucó cortamente en mis brazos antes de seguir escribiendo—. Vuelve conmigo a la cama.—susurré en su oído.

—. Estaré de vuelta antes de que te des cuenta de que me fui.—respondió besando mi mano dulcemente.

—. Ven a dormir...

—. Tengo que ir en la madrugada...—dijo inflando sus mejillas.

—. Bueno, yo ya me iré a dormir.—dije soltándolo.

—. Hey.—tomó mi mano antes de que me fuera de la habitación y volvió a besar el dorso de esta—. Te quiero.

—. Yo también.—regresé cortamente sólo para darle un beso rápido y devolverme a la habitación.


[.....]


Era muy común que en Corea hubiera temperaturas muy bajas, sobretodo en invierno, ¿pero que no esperaba a los simples mortales con un frente frío en pleno otoño?

Tenía unas ganas sinceras de simplemente quedarme en cama y no ir a la empresa, después de todo no tengo que excusarme mucho para justificar mi falta. Pero no quería dejar de ser profesional por circunstancias cómo estás. Me coloqué el suéter más caliente que tenía y encima mi abrigo color blanco y me dispuse a conducir hasta la agencia.

Al entrar podía observar a todo el personal temblando de frío y tan sólo podían mantener el calor frotando sus manos insistentemente y con su propio aliento.
Me acerqué a una de las recepcionistas, quien aun con sus temblores y escalofríos hizo una reverencia marcada saludándome.

—. Buenos días, señorita Kim.—saludó la joven con su voz dulce y al mismo tiempo quebrada por el frío.

—. ¿Por qué todos están temblando? ¿No tienen ropa de invierno?—pregunté mirándole confundida.

—. El señor Jung no estableció la ropa de invierno en nuestro uniforme, señorita.—respondió abrazándose a sí misma.

—. Ok.—dejé mi bolsa sobre el mostrador y saqué mi cartera—. Toma, ve a casa y colócate un abrigo, cuando regreses trae café para tus compañeras. En cuanto estés de vuelta enviaré a los demás y yo te cubro si alguien pregunta por ti.—le entregué un par de billetes y le guiñé un ojo antes de ver cómo las comisuras de sus labios se ensanchaban en una sonrisa.

—. Gracias, señorita Kim. No tardaré.—agradeció con otra reverencia marcada y salió de la agencia.

Le sonreí por última vez antes de que se fuera por completo y guardé mis cosas de nuevo en mi bolso.

—. Será mucho café para una oficina entera.—dijo Yoongi caminando hacia mí enfundado en un abrigo color negro. Yo enarqué una ceja incrédula y reí con sarcasmo.

—. Pero tú tienes un oso entero cubriéndote del frío, estas pobres empleadas no cargan más que una mini falda junto con un saco. ¿No te da vergüenza?

—. Bueno, yo no escribí el reglamento que deben seguir los empleados.—se excusó encogiéndose de hombros—. Pero no vine por ti para hablar de abrigos y café.

1996 ; P.jmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora