Kenning FlugSlys, un chico común como todos los demás es víctima de tristes acontecimientos los cuales le cambian la vida radicalmente, llegado a conocer a un enigmático hombre de sombrero negro, mejor conocido como Black Hat.
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⚠ advertencia es...
Los nervios y la inseguridad predominaban su juicio en aquel momento, cegándole de cualquier posibilidad de que aquello acabase bien, más sin embargo se repetía así mismo que esto solo era por el puro compromiso del trabajo y nada más que eso; pero una parte de él no paraba de recordarle todos aquellos sentimientos que había tenido por Black Hat alguna vez.
Debía afrontarlo y tomar las cosas con madurez, aquel interés por el villano fue algo pasajero, ya que simplemente había sido producto de la lujuria desenfrenada de aquellos días, y de sus patéticas esperanzas de por fin encontrar a su romance perfecto.
Pero...¿Cómo podría olvidar todo aquello que pasaron juntos?
Por más que se negase, en algún punto de aquella extraña relación llegó a sentir algo por el Hat, sin embargo gran parte de ese "cariño" que le guardaba se esfumó gracias al desenfrenado abuso que recibía como su subordinado.
Sin pensar demás, miró de nueva cuenta la caja que estaba sobre su cama que contenía el traje que el villano le había preparado personalmente para aquella ocasión.
Con algo de pesadez abrió la caja observando la elegante ropa que había dentro de esta, llevándose la gran sorpresa de que no solo le quedaba como anillo al dedo sino que también lucía espléndida en si mismo; al observarse en el espejo, el doctor repasó su delgada figura con la mirada, sintiéndose realmente cómodo con esa ropa.
Nuestro joven científico vestía una camisa blanca de botones, junto con unos tirantes y unos pantalones negros bien planchados.
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Estuvo un buen rato pensando en si debía usar su bolsa de papel durante aquella noche, pero en seguida recordó la escueta petición de su jefe para que no la usara y todo los presentes pudieran ver su rostro.
- Bien, ahora todos tendrán que ver mis cicatrices, gracias jefecito.- Suspiro de manera sarcástica, colocándose sus visores negros, peinando sus rizos dorados con sus manos, dejando estos bastante desordenados pero con cierto estilo.
Fue entonces que admiró las marcas en su rostro, que en parte habían sido por su estricto jefe y otras causadas por algunos accidentes ocurridos durante su trabajo como científico loco, sin embargo su rostro seguía viéndose delicado, con aquellas pecas que había visto por años cada vez que veía su propio reflejo.
Lentamente comenzó a rozar sus mejillas con la yema de sus dedos, gran parte de sus heridas ya se habían cicatrizado, mientras que otras ya ni siquiera eran visibles. Por un instante se alegró, pues ya no parecía estar tan mal como antes.
De hecho, esas cicatrices que quedaban lo hacían ver como un verdadero villano, dándole un aire casi intimidante, pero claro, sin perder ese toque que de inocencia y jubilo en su mirar.
Sin más en que pensar, guio su vista al reloj digital en forma de avión que estaba en su mesita de luz corroborando que eran las 07:43pm, ya hora de que saliera a la oficina de su jefe, si querían llegar puntuales a aquella reunión.
