11 Capítulo

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Rubius prácticamente se había arreglado más de lo normal, por quinta vez se arreglaba el pelo con molestia; de un lado, luego del otro y volver a empezar. Lentamente se dio cuenta que estaba nervioso, ¿de qué? Solo era una cena con su mejor amigo... más bien, con aquel hombre que le había robado su corazón ya hacia unas semanas atrás después del incidente. Se vio por una última vez, se arregló un poco su sudadera y lentamente comenzó a caminar hacia la puerta con algo de timidez; temía salir de su casa, temía ser lo bastante informal para Vegetta. No tardó más de dos segundos en reprocharse de nueva cuenta e ir a su cuarto, tal vez esto tardaría más que solamente 40 minutos; simplemente no se sentía cómodo, ¿si se molestaba por cómo vestía?

Había pasado ya una hora desde que habían acordado el momento acordado, Vegetta simplemente vio al cielo pensando en lo peor "me dejo plantado, supongo que me apresure"; se mencionó mentalmente tomando una de las velas de la mesa, soplando con culpabilidad de haber generado una cita tan precipitadamente. Únicamente suspiro en reproche suyo, desabrochando un poco su chamarra y ver como la luz de la luna entraba a su casa; resignado decidió alejarse un poco de la ventana, tomándose un brazo pensando en cuan tonto había sido invitarlo.

- ¡¡Vege!! -el rubio gritaba desde su muralla, llamando su atención con rapidez- Vege ábreme, sé que vengo tarde... pero te tengo una sorpresa.

Este no tardó mucho en soltar una risa y prender de nueva cuenta las velas, se había precipitado demasiado; con rapidez bajo las escaleras viendo a todos sus espejos de cómo se veía el ojimorado, acomodándose un poco su ropa no le tomo tanta importancia a su chaqueta blanca. Con un botón acciono la entrada para dejarle pasar al de ojos oliva, el cual siempre que iba a su casa (aparte de hacer algunas de sus acostumbradas travesuras) admiraba la estructura y todo lo que había generado para no depender del pequeño pueblo de Karmaland. Rubius abrió la puerta con tranquilidad, topándose con el de ojos morados; admiraba su vestimenta, una chaqueta blanca con una camisa negra y unos pantalones morados característicos. Un pequeño sonrojo salió en sus mejillas, mientras el contrario admiraba al otro... Vegetta en su cabeza no lo podía creer, traía una sudadera completamente nueva y unos pantalones rasgados junto a unas zapatillas negras.

- Que te has puesto guapo Rubius -rio levemente, mientras desviaba la mirada-

- Trate de hacerlo, pero el traje supuse que era mucho -se tomó de la cabeza con cuidado- Te he traído un regalo

- ¿En serio? Dime Rubén Doblas que es lo que me has traído el día de hoy -se cruzó de brazos esperando la respuesta del contrario-

Rubius no tardó mucho en mostrar un pequeño lobo sin domesticar, el cual al ver a Vegetta se le abalanzo con ternura; gimoteaba de alegría, y movía su cola como si siempre lo hubiera conocido. Vegetta simplemente se quedó impactado con lo que estaba viendo, tenía lobos que lo acompañaban cuando eran sus rondines para después irse; pero finalmente podría tener uno sin que lo mirara como su alfa, ahora podrían ser amigos. Este se atrevió a darle un cálido beso en la mejilla del rubio, el cual al poco tiempo su cara estaba completamente roja y perdido en otro punto de su mundo.

Todo transcurrió tranquilo, ambos platicaban de sus múltiples aventuras; Rubius le contaba la razón por la cual se había convertido en el recolector de la comida del pueblo, lo cual causaba risa en el otro. Debía admitir que la razón por la cual había tomado esa misión era única y exclusivamente por él, le comento que al principio veía que a pesar de que entregaba los pedidos en tiempo y forma, Rubius en ese momento era el único que tenía un caballo veloz; por lo que le comento a Merlón que por él no tendría problema de entregarle los pedidos al pueblo de Karmaland o a los alrededores en los mismos tiempos que lo hacía. Por esta razón, Vegetta dejo de encargarse de esa acción y únicamente cosechar lo que estos le pedían o incluso darle instrucciones al rubio de donde se encontraban algunas de las vacas, ovejas o cerdos para la recolección de la misma comida. Ambos no se habían percatado del tiempo, pero la luna casi llegaba a su máximo esplendor; a lo que Vegetta volteo a ver hacia su ventana y ver todo el pueblo, en verdad le agradaba su vida... y se lamentaba de la estupidez que en algún momento pensó hacer.

Queen of MeanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora