Dieciséis
Louis sorbía su nariz, intentando retirar la molestia en ella y las lágrimas en su rostro, se sentía débil, su cuerpo era pesado extrañamente y en lo único que pensaba era en el calor que su alfa le daba cuando se sentía de aquella manera. Diggle en el asiento del conductor estaba alfigido porque el pequeño omega que se había ganado su cariño con tanta rapidez estuviera de aquella forma.
—¿Señor? — habló delicadamente, intentando no alterarlo más, sus manos se resbalaban por el volante, sin saber qué decir para hacerlo sentir mejor. —¿Quiere que me baje a traer algo? ¿Agua? ¿Algo de comer?
—No-no, gracias Diggle. — suspiró, su cuerpo temblaba, de pronto se sentía perdido, como si Zayn fuera su estabilizador al mundo real y no supiera nada sin él. —Déjame en el café que está a dos cuadras de aquí.. — pidió.
El alfa asintió, conduciendo hasta allí, no sabía lo que estaba pasando, pero Louis le había rogado que lo llevara lejos, y su jefe lo estaba llamando constantemente, suponía que era para saber en dónde se encontraba su omega. Llegó al sitio.
—¿Aquí?
—Si.. — asintió. —Sé que Zayn te preguntará por mi, sólo dile que estoy bien, ¿si? No le digas dónde estoy.
—Señor, ¿se quedará aquí solo?
—No te preocupes por mi. — abrió la puerta del auto, dispuesto a bajar, antes se volteó y abrazó a Diggle agradeciéndole. —Gracias.
Se bajó del auto y cerró la puerta, esperando a que el alfa se fuera, John bajo la ventana y lo miró algo preocupado. —Si necesita algo no dude en llamarme.
Louis asintió.
—Gracias. — John desvió su mirada, y avanzó el auto, hasta perderse de la vista del omega. Los ojos azules al instante comenzaron a llenarse de lágrimas, nublando su vista, pasó sus dedos por sus ojos quitando las lágrimas.
Comenzó a caminar al único lugar que conocía perfectamente, su mente iba tan perdida que realmente no se estaba fijando en los autos o en las demás personas y sus miradas de lastima, sólo sus pies moviéndose y su cabeza perdida sin saber qué hacer. Paro sin saber cuándo había caminado tanto, delante de una gran casa, mordió su labio y sin pensarlo toco el timbre.
—¡Voy! — escuchó la voz que era tan reconocida para sus oídos, la puerta se abrió, dejando apreciar a una alfa, había cambiado desde la última vez que la había visto, estaba más delgada, sus expresiones se marcaban con dureza, su cabellera castaña ahora era corta, y sin duda había crecido, aún con todos esos cambios esa mirada intimidante seguía ahí, que al verlo se había enternecido. —¿Lou?
—¿P-puedo entrar? — pidió, la alfa asintió, haciéndose a un lado para que el omega pasara, cerró la puerta, mirando a Louis caminar hasta la sala en esa casa que conocía de memoria.
Los ojos de la castaña demostraban preocupación, había logrado percibir el olor de Louis combinado con otro desconocido, y una marca pálida con destellos violeta confirmaba sus sospechas de que el pequeño estaba enlazado. Camino hasta donde estaba el omega, se sentó a su lado en el sofá, mirándolo expectante.
—T-tengo un alfa.. — susurro, y la castaña entendió que Louis quería explicar el por qué estaba allí y que estaba pasando. —Somos destinados.
La alfa asintió, apoyando su codo en el sofá y su cabeza en la palma de su mano, poniéndole atención al pequeño que hace mucho tiempo fue suyo, su mirada era suave, intentando entender a Louis.
—Él iba a casarse, El. — dijo, mirándola, entendió e hizo una mueca. —Aún así, estábamos progresando. ¡En serio si!
Lo miró, como comenzaba a llenarse de lágrimas otra vez, y un suave llanto que lo interrumpía de contar su historia, quería abrazarlo y tranquilizarlo, pero Louis era fuerte y él lo pediría si lo necesitara.