-Sugar?-

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-Quince por cabeza, un coche y sus permisos ¿correcto nenas?-.
Ambos asintieron fuera de si, no podían creérselo, el superintendente había cedido a casi todas las peticiones.
Les entregó el dinero y junto a volkov salieron para que pudiesen guardar la pasta y conseguir el coche, aún estaba alucinando por la manera en la que le había convencido, nunca antes le había dado tanta pasta junta a alguien y menos a dos mariconettis que aún no demostraban su valía, pero dentro suyo tampoco había sido capaz de negarle algo a ese chico; el taser si que había dicho que no, pero sobre todo por la probabilidad de que se hicieran daño...
Acababa de sacar otros ochenta mil pavos para el auto, siendo que a sus agentes no les cedía más que veinte, pero... en verdad no comprendía la razón de... no iba a decirlo, no iba ni a pensarlos, era solo inversion, inversión en un par de chivatos para hacer más eficientes las investigaciones y poder enterarse de lo que pasaba en la calle y que el cuerpo de policía no veía.
Salieron de la agencia con su Audi, casi saltando de alegría, ambos sabían que le iba a dar un ataque al hombre, que si bien paso, no fue tan violento como esperaban.
Se fueron triunfantes a su piso con quince mil en la bolsa y con un jodido Audi.
Al llegar al piso ambos pudieron volver a respirar con tranquilidad, se retiraron los abrigos que los estaban matando de calor y cada uno se dio una ducha para sacarse el olor de la colonia alfa.
-Pues ni tan mal, el abuelo finalmente soltó pasta-.
-Y somos sus agentes secretos, ya es un paso más cerca de la placa-.
-Lo se-.
Horacio se paró para revisar el calendario que tenían colgado del pilar de la cocina y busco la marca rosa y roja entre las semanas, contó dos semanas más para el siguiente...percance, debían empezar a preparar lo necesario para lidiar con ello.

¡Si, superintendente!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora