-Resumen y monologo de patrulla-

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Denegado por falta de cojones, salieron de comisaría Horacio desanimado y Gustabo haciendo rabietas, y con razón, por muy disimulado que fuera le seguían rechazando por no ser el estereotipo de alfa mamado, como omega tampoco terminaba de encajar, no era nada sumiso y sus intereses iban más allá de un alfa rico y una buena familia; parecía que nunca iba a encajar en nada, y eso lo ponía de muy mala leche; así que aún molesto planeo junto al resto de su "mafia" algo para liársela a los policías, la semana se resumió en trastadas varias; robo de autos, fiestas, molestar a las personas, todo para hacerle un poquito más jodido el día al superintendente, de tantas mierdas ya parecía que vivían en el despacho de ese hombre.
Lo último que habían hecho debían admitir que se habían pasado un poco, ese chaval no tenía la culpa más allá de haber confiado en ellos, pero estaba determinado a joderle la existencia al comisario, y que mejor que un caso confuso de disparos, secuestró y...bueno Trujillo.
Cuando las cosas se empezaron a volver repetitivas y el olor a canela ya lo tenía muy atontado decidió que era momento de darse el piro.
Todo había salido de puta madre, pararon en una tienda para cambiarse la ropa, estaban celebrando cuando el sonido de la campanilla les hizo enmudecer.
-Caballeros-.
Intentaron hacerse los empanados y fingieron la voz, pero estaba claro que el sabía de que iba el asunto, salieron esposados y se mantuvieron contra la pared mientras esperaban al resto de agentes.
-Pero si tampoco es para tanto, solo salimos a tomar el aire-.
-Salieron a tomar el aire-.
-Si es que el olor me tenía muy mareado, aparte no estamos tan lejos del hospital-.
El superintendente se quedó callado durante un par de segundos, pensando el lo que el chico del abrigo acababa de decir.
-¿Tan lejos? Me recorrí cada zona buscándolos, estamos en la otra puta punta de la ciudad ¿No estamos lejos?-.
Cuando los Zetas llegaron separaron el grupo en las distintas patrullas; el superintendente se seguro de quedarse con Gustabo.
Le tomo del brazo y lo empujó hasta la patrulla.
-Me esta haciendo daño-.
Le metió en los asientos de atrás y comenzó a conducir hacia la comisaría.
-Esos son tus derechos muñeca ¿Está claro?-.
-Si-.
-Ahora me dirás ¿que coño pasó en su fiestecita del vicio?-.
-Ya se lo dije-.
-Quiero la verdad-.
El auto se frenó y gustabo empezó a creer que iba a eliminarle, como en las series.
-No me maté, ya le dije la verdad-.
-Relájate ¿Escuchas eso gustabo?-.
El solo podía escuchar sus latidos fuera de control.
-El silencio-.
-No, los pajaritos, quédate... con ese sonido-.
Volvió a poner en marcha la patrulla mientras mentalmente se preguntaba el porqué se tomaba la molestia con ese crió; era un sobrado, un liante, siempre estaba metido en algún problema y siempre terminaban en su despacho.
Luego estaba el misterio de su persona, si bien nunca se callaba tampoco sabía mucho su vida personal, jamás mencionaba familia, pareja, situación... ni rango; de lejos diría que era un alfa, personalidad explosiva, ruidoso y chulo; pero de cerca, cuando los estaba riñiendo por algo o cuando estaba asustado se hacía pequeño, temblaba y perdía toda su chulería, perdía hasta la voz, esto le hacía plantearse la probabilidad de que fuera un omega; pero era absurdo, todos los omegas eran nenazas, siempre iban por ahí queriendo que les plancharas las bragas y llorando de todo, gustabo no lloraba, ni aunque tuviera una bala en el brazo...

¡Si, superintendente!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora