-Del siglo pasado-

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-¡Claro! Voy a pagarte por lo que has hecho, recapitulemos; falsificación de papeles, engañar al cuerpo de policía, alteración del orden público-.
-Pero si yo...-.
-No, ahora escuchas y sienta el culo en la silla-.
-Vienés aquí diciendo que eres alfa y que quieres ser madero, me entregas reportes médicos alterados, te contrato a ti y a mortadelo, para que seáis mis sapos, cosa que no funcionó, su información era pura mierda, luego os doy el papel de agentes de tráfico, por que claramente no os voy a poner de directores generales de una, vais ponéis multitas, confiscan coches y aún así hacen un desastre, y ahora como cereza del pastel, resulta que mis nuevos alumnos de policía me han estado mintiendo, porque estoy seguro que el crestitas sabía de esto, ahora tengo un omega en el cuerpo de policía-.
-Espere... ¿alumno de policía?-.
-Si gustabin, ibas a ser instruido para ser madero, en un futuro muy lejano-.
-Mi rango no afecta en mi trabajo, usted lo ha visto-.
-Ya, debo admitir que tienes huevos para lidiar con la gente y también tienes una boca muy grande, pero es cuestión de tiempo para que algo pase, y yo no voy a arriesgar mi puesto, por un culo bonito cuyo capricho es tener la placa de policía, no hay omegas en el cuerpo, porque necesito a la malla las 24 horas disponible, y a ti, voy a tener que cederte entre 3 a 5 días cada mes para que pases tu celo, no me renta y me renta menos que luego vengas aquí con tu "accidente" a reclamar incapacidad de parto-.
-Yo no...-.
-Ha habido omegas en la policía, y siempre terminan igual, van follan con cualquiera y me botan el puesto-.
-No todos los omegas queremos eso, yo quiero ser policía, la familia no está en mis planes, Horacio es mi familia-.
Rabiaba ante el hecho de que todos pensaran igual, para la sociedad el omega era aquel que no valía para trabajar seriamente, todos pensaban que tener omegas en puestos importantes era tonto, siempre bajo la excusa de "y si queda preñado" les creían inconscientes, tontos o de plano putas.
La placa iba a ser suya, iba a hacer que el viejo se tragara esas ideas del siglo pasado.

-¿Donde está Horacio?-.
-Está... en el hospital-.
-¿Que paso?-.
-Nada... solo una revisión médica común-.
-¿Por eso estabas ahí?-.
-Yo...pues-.
-La verdad-.
-Yo respondo si usted me explica que cojones fue lo qué pasó en el hospital-.
Frunció el ceño y suspiro antes de contestar.
-Cuando pierdo el conocimiento me da amnesia pasajera, vuelvo a los tiempos de guerra, dos golpes hacen que vuelva en mi-.
-¿Vale?-.
-¿Que hacías en el hospital?-.
-Fui por medicamentos... para el celo...-.
-¿Cuando?-.
-Cuando ¿Que?-.
-Cuando vas a dejar de ser gilipollas, ¿cuando es tu celo?-.
-Superintendente, no me sea guarro ¿pa' que quiere saber eso?-.
-Anormal, para saber cuando darte la incapacidad-.
-Ah... de hecho tengo algo para usted-.
Saco la receta y se la entregó.
-Capullo-.
Tenía ganas de reírse, pero solo se cubrió con la camiseta, no veía adecuado partirse el culo de risa en esa situación, aunque la cara de fastidio del súper lo valiera.

¡Si, superintendente!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora