Al nacer la hija de Afrodita, Hemna, ésta le da un don. El don de la belleza y el encanto, pero, ¿Qué pasa cuando los tres grandes, Zeus, Poseidón y Hades, caen rendidos por su belleza?
Tras una relación amorosa con los tres grandes, Hemna concede...
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Pov Haris:
—Eres muy valiente Zeze— acaricio su mano luego de escuchar cómo se sentía sobre la salida de hoy con nuestros padres.
Comí el último bocado y me puse de pie para lavar los platos que había usado, ya hecha la tarea subí a mi habitación donde no tenía que ducharme porque lo había hecho al despertar.
Buscaba en mi closet que ponerme, un vestido suelto llamó mi atención así que lo saqué para ver cómo me quedaba.
—Te recomiendo no usar eso— escuché la voz de papá y mire toda la habitación esperando verlo pero no fue así—Mejor elige algo más acogedor— me asusté un poco al principio pero me relaje ya que no era la primera vez que escuchaba su voz en mi cabeza.
—Entonces un atuendo largo para mi será— dije a la nada llevándome del consejo de papá y guardando el vestido.
Veinte minutos habían pasado y aún no decidía qué ponerme, estaba entrando en pánico y en esa face de "no sé qué ponerme, no iré a ningún lado" estresante. Decidí echar un vistazo más y sin más remedio tomé unos jeans largos ni muy claros ni muy oscuros, una blusa ajustada color beige, unas sandalias deportivas marrones y para complementar el atuendo busqué un cinturón delgado del mismo color.
Me mire al espejo pero sentí que algo faltaba así que tomé los bordes de mis jeans y le di dos vueltas hacia arriba para que se ajustaran más, perfecto, ahora falta el cabello que como poco deseo tengo de peinarlo me hice una media coleta desordenada.
Escuché el timbre y bajé corriendo pensando que era mi padre pero se trataba de Poseidón, lo saludé con un gesto de mano y lo invité a pasar pero él se negó diciendo que ahí se encontraba bien. Gracias a los cielos que Persa apareció justo en ese momento porque iba a ser incómodo dejarlo ahí parado.
Subí a mi habitación para buscar mi móvil pero me llevé el susto de la vida cuando vi a hombre de espaldas parando junto a ventana, respiré cuando me percaté que se trataba de mi padre.
—¡Papá que susto me has pegado!— me queje intento respirar con normalidad.
—Ese siempre fue el plan— río dándose la vuelta— ¡Hey! Te llevaste de mi consejo, ese vestido no iba con la ocasión.
—Nunca mencionaste cuál sería la ocasión.
—Punto para ti, me gusta. Pero ahora te tengo una sorpresilla y espero que no te marees andando en carro.
Bajamos hasta el patio trasero donde un flamante carruaje nos esperaba, era hermoso. Tenía la forma de esos antiguos carruajes griegos solo que éste tiene espacio para aproximadamente cinco personas, de él tiraban cuatro caballos dos de ellos negros y dos blancos que parecían estar en llamas al igual que todo el carruaje y una nube parecía sostenerlo. Un hombre de algunos tres metros lo manejaba, tenía la piel bronceada, cabello castaño rizo hasta las orejas una corona de laurel posaba sobre sus rizos junto a una aureola de sol brillante detrás de su cabeza, tenía una armadura dorada y una túnica blanca adornando su hombro izquierdo, simplemente impresionante de ver.