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Recuerdos

Sequé mis lágrimas juntando mis rodillas llevándolas a mi pecho, intentando silenciar mis sollozos y así evitar que Francisco, el amigo de mí mejor amigo, Alfredo, lograra encontrarme. No después de todas las palabras en forma de burla que había pronunciado hacia mí por simplemente haber sido, según él, el error que tuvo mi padre con una guardiacárcel mientras estuvo en prisión, guardiacárcel que me habría puesto en adopción si mi padre no se hacía cargo, por pura pena, de mí, tal y como había sucedido, por lo que no podía acercarme a ellos para jugar con sus carritos.

Recosté mejor mi espalda en el árbol y sin interesarme, apoyé mi trasero en la tierra ensuciando obviamente el vestido celeste pastel que papá me había regalado por mi cumpleaños número trece el año pasado.

-Mía.-Solté un jadeo y pasé el dorso de mi mano por mi mejilla cuando me vi descubierta por Alfredo, algo que era obvio considerando que él me conocía como si fuésemos uno y sabría perfectamente dónde me escondería.-No llores carnalita, ya le di su merecido a ese pendejo.-Él intentó consolarme pero todo resultó diferente al sentirme segura y protegida entre los brazos de mi mejor amigo, llorando de una forma desconsolada.

-Yo no soy ningún error, Alfredito.-Negué restregando mi rostro contra su cuello.-No lo soy.

-Sé que no lo eres, Mía, por eso le parti su madre y hasta creo que le rompí su nariz.-Susurró él y por la posición en que estábamos, pude oír cómo tragó ruidosamente, haciéndome reír entre lágrimas.

-Pero es tu amigo.-Musité volviéndome a sentir para verlo de frente.

-Y tu eres mi mejor amiga, como mi hermanita menor.-Él llevó una de sus manos a mis mejillas y secó la humedad.

Negué rompiendo ese contacto.-Los hermanos no se besan, Alfredillo.-Él sonrió mordiendo su labio y acercándose a mí para darme uno de esos tan comunes pequeños besitos que se nos habían hecho costumbre desde hacía años, tan comunes para nosotros y nuestro secreto mejor guardado.

ººº

-Ese naco no va a ser tu chambelán, Mía.-Fue lo primero que dijo Alfredo subiéndose al interior del carro que siempre nos recogía con extrema puntualidad a la salida del colegio más prestigioso de la ciudad. Bufó, se cruzó de brazos y sin quitarse siquiera su mochila, fue cruzado de brazos viendo por la ventana e ignorándome olímpicamente, a pesar de mis intentos por hacer que al menos me viera.

-¿En serio te enojaras conmigo por eso, Alfredito?-Él se encogió de hombros, acomodó las correas de su mochila y sin mirar hacia atrás se bajó del carro dando un sonoro portazo.

Mis dedos hicieron contacto con mi frente sabiendo que quitarle ese enojo sería una tarea muy difícil.

-Amett detente por favor.-Le hablé al chofer, sicario y empleado de mi padre, Don Rafael Caro Quintero como le decían los demás.-¿Le dices a mi padre que me quedaré en casa de mi padrino?

-Si él me lo permite me retiro señorita, Mía.-Suspiré y asentí dejando mi mochila antes de bajarme de la camioneta polarizada y obviamente también blindada.

-Mía ¿Cómo te encuentras?-Hice una mueca con mi boca y me encogí de hombros buscando con mi mirada a mi amigo, encontrando nada más que sus zapatos, sus medias, los útiles escolares de su mochila abierta y la corbata de nuestro uniforme desparramada en un camino subiendo las escaleras finalizando seguramente en el tercer piso, en su cuarto.-¿Pelearon?

-Se enojó porque le pedí al amigo de Iván que fuera mi chambelán también.-Emma, la pareja de mi padrino, se carcajeó y volvió a tomar la cesta que tenía entre sus manos.-¿Puedo subir?-Pregunté ya arriba de los primeros cuatro escalones.

Mi Gobernadora | Alfredo Guzmán | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora