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Últimos 3 capítulos

Después de habernos confirmado aquella desgarradora sospecha que tenía el médico acerca de mi embarazo también se nos había informado sobre el sexo de nuestros bebés, un niño y una niña, como si aquello aplacara el dolor que sentíamos por dentro. Las opciones eran claras, la decisión era una sola pero no dejaba de doler, o mis bebés o yo.

—Los tendré.—Dije finalmente rompiendo con aquel silencio perturbador en el que estábamos sumidos desde que nos subimos a la camioneta sin hacer nada, ninguno tenía ánimos nisiquiera de conducir o pedirle a nuestros escoltas que lo hicieran, queríamos estar quietos y tranquilos para asimilar esto.

Alfredo dejó de mirar el volante para ahora verme enojad a mí.

—¿Qué dices Mia? ¿Te estás escuchando? ¿Entendiste lo que nos dijeron? ¡Hay más probabilidades de que mueras antes de que salir con bien de ese parto!

—¿Qué me estás queriendo decir Alfredo?—Me acomodé para verlo mejor y que mi barriga no fuera apretada por el jean que llevaba.—¿Me estás diciendo que prefieres que aborte a nuestros hijos por salvarme a mí?—Pregunté incrédula. Él cubrió su rostro con sus manos y se tiró en el asiento suspirando.—No está a discusión, si es necesario doy la vida por mis hijos.

—No Mia.—Descubrió su rostro y pude notar como ya estaba llorando sin consuelo.—Tú no me puedes dejar. Hemos sufrido demasiado hasta llegar hasta aquí. Óyeme bien.—Él tomó mi rostro entre sus manos y me acercó a él, como si por acortar la distancia lograría convencerme de una decisión que nada ni nadie lograría hacérmela cambiar.—Si a ti te llega a pasar algo no voy a poder vivir, no voy a querer a esos niños, ellos no van a ser mis hijos si yo te pierdo por su culpa. Abortalos Mia, luego podemos tener otros, pero yo a otra Mia no. Amor por favor.

—Me estás suplicando que mate a nuestros hijos Alfredo.—Dije dolida, jamás me hubiese imaginado en estar viviendo esta situación.—¿Tú estás pendejo o qué? No voy a abortar a mis hijos. Él negó y me soltó como si el contacto de mi piel con la suya lo quemara y le doliera.—Alf.. Son nuestros hijos.

—No Mia.—Encendió la camioneta y por fin se dispuso a manejar sin prestarle atención a nada, desde lejos se podía notar cuan furioso estaba y aunque me daba miedo verlo en ese estado no podía dejar las cosas así.

—Si algo me sucede a mí quiero irme sabiendo que tendrán un papá que los ame, los cuide, les de todo lo que necesiten y que logre no hacer notar mi ausencia.

—¡Mia no sigas! ¡Esos bebés desde hoy dejan de ser míos si sigues con este capricho! Si a ti te pasa algo por su culpa yo me mato y me voy contigo Mia, pero jamás me voy a quedar con ellos, con los asesinos de su madre.

—Baja la velocidad que quiero bajarme.

—¿Qué?

—¡Quiero bajarme!—Le grité abriendo la puerta una vez que aparcó.—No quiero que mis hijos escuchen las pendejadas que su padre está hablando.—Cerré la puerta de un portazo y por la ventanilla hablé.—Nunca llegué a creer que fueras tan egoísta Alfredo, neta te pasas.

Finalmente caminé con prisa hasta la siguiente camioneta donde iban los escoltas y los obligué a que me llevaran a mi departamento, un lugar para estar sola, reflexionar y organizar mi futuro.


(...)


Dejé de lado el control remoto de la televisión de la sala y con pesadez fui a abrir la puerta donde me esperaban mis dos amigas, Yaneth y Valeria. Ambas me veían con una mueca asustada en su rostro tras el misterioso mensaje que les había enviado pidiendo que trajeran helado y vinieran que debía contarles algo. Ambas me abrazaron y acariciaron mi barriga antes de pasar a sentar donde anteriormente estaba hundida yo, porque así estaba desde que llegué en la mañana, hundida, dolida y resentida con todos y nadie en sí. No es justo que una vez que por fin logro comenzar a ser plenamente feliz y sentirme completa, llegan estos improvistos que me niegan y quitan las posibilidades de convivir con esa felicidad.

Mi Gobernadora | Alfredo Guzmán | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora