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Controlando que Jason, mi escolta, no me estuviera viendo, dejé el celular personal debajo de los asientos traseros del Mercedes evitando que Alfredo siguiera con sus llamados y no me rastreara donde me encontraba exactamente al momento de la junta que tendría en minutos con el presidente de la República.
Era de las muy pocas veces en que me marchaba de Sinaloa sin despedirme o avisarle, pero lo había estado evitando porque sabía que si le decía que me reuniría a solas con un hombre y que debía viajar un par de horas para ello, alejándome de él, Alfredo se hubiese querido venir conmigo, exponiéndose a la muy probable captura que tiene pendiente.

Golpeé mis uñas contra el material de mi cartera sin poder controlar mis emociones, no todos los días se me presentaba el honor de reunirme a solas con Luis Peña y poder tratar temas de suma importancia para mí y para la seguridad y tranquilidad del Estado que gobernaba desde hace dos años.

Unos minutos después me encontraba presentándome ante la secretaria en la recepción del Palacio Nacional, mientras esperaba a que checara en su computador la cita que decía tener, no pude evitar vagar con mis ojos en cada uno de los rincones de la estructura de este famoso edificio.

-Efectivamente señorita Hernández, usted tiene una cita próxima con el señor Peña, sin embargo, por explícito pedido no tengo permitido dejar pasar a nadie antes de que el señor se reúna con el señor Rafael P...

-No hace falta, Gloria. Ya llegué.-No tuve que esperar demasiado para que el dueño de aquella voz gruesa entrara en mi campo de visión, recargándose en el mostrador de la recepción con una actitud despreocupada y desalineada. La muchacha asintió y con nerviosismo comenzó a teclear y realizar una llamada, sonrojándose cuando el teléfono fijo se deslizó de su mano y el hombre a mi lado simplemente la veía fijamente.-Hola.-Cuando pareció percatarse de mi mirada sobre él, me dio una sonrisa mostrando sus perfectos dientes blancos y el color de sus ojos claros resaltando con su camisa celeste pastel.-Tu debes ser la gobernadora de Sinaloa ¿Cierto?

-Así es.-Respondí con mi mentón en alto, con orgullo.-Mucho gusto.

Cuando estaba por responder, la puerta al final del pasillo se abrió de golpe dejando ver a Luis Peña con una postura seria, imponente y viendo con una mirada furiosa al tal Rafael.

-Rafael Peña te quiero aquí a la de ¡Ya!-El castaño a mi lado se reincoporó velozmente y giró a ver al presidente. ¿Acaso éste hombre, que de por sí tenía un gran parecido al político con quien tenía una junta, llevaba su mismo apellido?

-Una lástima que no podamos seguir conver...

-¡Rafael!-Intenté contener mi gracia observando la escena.-Señorita Mía, en breve la atiendo.

-No se preocupe señor presidente.-Él me dio una sonrisa mientras dejaba pasar al hombre que debía ser familiar suyo y segundos después, al encontrarme parada sin hacer nada, opté por ir a las sillas que estaban cerca y esperar allí.


ººº


Lo que parecía ser una acalorada discusión en la oficina presidencial hizo que dejara de ver mis uñas y leer los informes que traía para prestarle atención a lo que decían. Porque mitotera siempre, además que luego se lo compartiría a Ovidio y podríamos sacar nuestras conclusiones o teorías.

Un revuelo de cosas regadas al suelo fue lo que finalizó la discusión. ¿Acaso el presidente e estaba dando a golpes con Rafael?

Descrucé mis piernas por el susto que me dio cuando la puerta se abrió con fuerza y el recién nombrado salió por ella, con un notorio golpe en su pómulo-Mi papá dice que pases.-Masculló pasando delante de mí y acomodando la mochila en su hombro izquierdo.

Mi Gobernadora | Alfredo Guzmán | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora