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Tiré mi espalda sobre mi silla de oficina, la cual me había traído sin permiso alguno desde la sala de juntas pero ¿Para eso era gobernadora que no?

Troné mis dedos y estiré mi espalda. Tres días habían transcurridoo desde que inició mi calvario y tres días en los que si no estaba en la oficina con pilas de papeles, proyectos, leyendo pdf, informes, estadísticas, juntas y hasta resolviendo conflictos que no me correspondían, estaba durmiendo. Hasta había pensado en la idea de dormir aquí mismo para poder mantenerme ocupada la mayor parte del tiempo y no divagar en cosas sin importancia, extrañar y sufrir por la ausencia de...

Sacudí mi cabeza al hallarme una vez más distraída y pensando en él, deseándolo a mí lado como la mayor parte de las veces hacía cuando tenía mucho trabajo. Que me traía un café o hasta en algunas veces vodka y se pasaba las horas que hicieran falta acompañándome, alentándome para que no me detuviera y lo más importante, siempre haciéndome compañía. Compañía la cual añoraba y sentía que me hacía falta desde hacía una eternidad.

Gemí con desgano cuando volvieron a tocar por décima vez en la mañana la puerta de mi oficina. Dejé de lado el computador y dejé que Bruna, mi nueva asistente, ingresara.

-Señorita, Roxana Ibáñez dice venir a buscar sus pertenencias.

-¿Viste todas las piltrafas que guardaste en las cajas? Se las entregas junto al sobre con dinero y la carta de despido.-Ella asintió y le permití volver a su puesto junto a mi secretaria. Unos minutos luego, volvieron a tocar la puerta. Suspiré y recargué mi cabeza posando mis manos en mi sien.-Adelante.

Volví a reincorporarme cuando sorpresivamente quien estaba detrás de la puerta era el mismísimo Luis Peña.

-¿Se puede Mia?

-Por supuesto señor Peña.-Acomodé mejor mi cabello e intenté estar lo mejor presentable delante de Luis y Rafael que venía con su padre.-Adelante.-Tras saludarlos con un estrecho de mano, yo misma cerré la puerta y volví a mi lugar detrás del escritorio.

-Espero que tu respuesta sea la misma que me informaste hace dos días, no por nada dejé de lado mi agenda e hice que mi hijo espere con su campaña.

-Mi respuesta sigue siendo la misma. Acepto el contrato mientras se cumplan todas y cada una de las consigas impuestas.

-Pues entonces. A firmar de una vez.-Fue Rafael quien habló por primera vez, quien se había mantendo en silencio observando todo, atento a cada mínimo detalle.


ººº


Una vez con los dos garabatos escritos sobre el papel con información sumamente confidencial y tras haber acordado cuándo serían las primeras apariciones en público de la nueva pareja que habíamos formado, Luis y Rafael se retiraron de la oficina.

Al salir de mi trabajo, directamente hice que Jason emprendiera viaje hacia la quinta muy cercana al centro de la ciudad en la que mi padre había organizado el festejo "íntimo y familiar" por su cumpleaños, llegando, como siempre, tarde al punto de encuentro.

Bajé del carro procurando que la corta falda negra que traía no mostrara más de lo debido, tomé la pequeña caja con el regalo de mi padre y comencé a caminar hasta la extensa mesa donde había más de cuarenta personas compartiendo bebidas, comidas y sus típicas conversaciones a un volumen más alto de lo normal.

Busqué con mi mirada a Yaneth, Valeria, Ovidio y sin poder evitarlo, a Alfredo también. Un nudo se formó en mi garganta e intenté que mi sorpresa no se notara en mi rostro cuando encontré a quien era mi mejor amigo con la zorra trepadora de Roxana sentada a su lado. ¿Había tenido la hipocresía de traerla a el almuerzo familiar que mi padre había organizado? ¿No había podido esperarse un poco más para darme este golpe tan bajo? Cerré mis ojos intentando tranquilizarme cuando mis hermanos llegaron a saludarme y a asegurarse de que tenía en mis manos la llave de la hacienda que habíamos decidido regalarle a nuestro padre.

Mi Gobernadora | Alfredo Guzmán | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora