Epílogo

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—Alf

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—Alf... Alfredo.. Mi amor, despierta.—Abrí mis ojos con rapidez y afortunadamente fui capaz de apartar a Mia de mi lado cuando me senté bruscamente en la cama. Mi respiración estaba agitada, un miedo corría por cada mínima partícula de mí así como las lágrimas que empapaban mis mejillas mojadas.—¿Tuviste una pesadilla amor? 

Tragué en seco, la saliva parecía haber abandonado mi boca así como la paz.

Con desespero tomé las cobijas que cubrían el cuerpo de Mia desde sus pechos, las alejé de ella y mi respiración se cortó cuando después de subirle la blusa me encontré con una simple faja, las típica que deben usar las mujeres luego de haber dado a luz. Por instinto miré alrededor de la cama y justo de su lado me topé con dos cunitas siendo ocupadas por dos pequeños bultitos, alias, mis hijos.

—Yo.. Yo no.. ¿No nos maté?—Pregunté con un hilo de voz volviendo a la normalidad, saliendo de mi confusión y percatándome que todo aquello no había sido más que una horrible pesadilla.

—¿Matarnos? ¿De qué hablas mi amor?—Mia frunció su ceño y estiró su delicada mano para acariciar mi mejilla. Respiré hondo tirando mis ojos hacia atrás mientras me dejaba caer de espaldas a la comodidad del colchón.—¿Qué soñaste bebé?—Cerré mis ojos dedicándome a recibir las caricias que Mia daba en mi rostro a la vez que iba quitando todo rastro de lágrimas.

—Soñé que ya no me querías más, que discutimos porque yo te dije cosas irrepetibles.—Abrí mis ojos para verla mordiéndose su labio, se estiró en la cama, observó a los bebés dormir y volvió a verme bajo la tenue luz que nos regalaba su lampara de noche.—Y que yo me volvía loco y nos mataba después de regresar del hospital.

Mia frunció su ceño y solo su mirada me hizo saber el disparate con el que había soñado, negó con una sonrisa y despacio se acercó hasta acostarse sobre mi pecho entreteniéndose en besar mi mandíbula y acariciar el lóbulo de mi oreja.

—Sólo fue un mal sueño, cielo. Mira allí.—Con su dedo apuntó las cunas.—Allí están Mia y Rafael, aquí me tienes a mí y nunca me dijiste cosas horribles.

—¿Y sabes qué es lo peor de todo?—Pregunté rodeando su cintura con mis brazos para aferrarla a mí.

—¿Qué mi amor? ¿Que me matabas?

—No.—Respondí recordando cada maldito segundo de aquella pesadilla.—Sino lo egoísta que era en ese sueño. Osea wey ¿te imaginas que yo le quitara al mundo la oportunidad... qué digo oportunidad.. ¡la dicha! de tener a Alfredo Guzmán habitando en él? Santo Dios, que horror. ¿En qué estaba pensando?

Mia no fue capaz de contenerse y soltó una carcajada que seguramente se oyó por todo el rancho, por consecuencia, el llanto de uno de los bebés la detuvo.

—Estás loco mi amor.—Dijo mientras intentaba hacer el ademan de ponerse de pie, negando divertida y secando las lagrimitas que la risa descontrolada le había provocado.

Mi Gobernadora | Alfredo Guzmán | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora