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Sequé el sudor de mi frente con mi toalla y bajé de la bicicleta fija del gimnasio privado de Alfredo. Cuando éste se durmió tras darse una ducha y tomar el café que le preparé, me dejó sola rondando por la casa, y para evitar hacerle caso a mis pensamientos que me exigían que revisara su teléfono o computador en busca de respuestas a mis dudas sobre las prepago que él había estado googleando, mejor decidí ponerme a hacer ejercicio y despejar mi mente.

Justo cuando dejé mi botella de agua de lado, el sonido de una llamada entrante a mí celular resonó por el gym. Mordí mis labios con nerviosismo al notar que quien me llamaba era la asistente de Luis Peña. A paso apresurado salí de la mansión intentando perderme por los miles de metros de espacio verde que había aquí, evitando toparme con la sorpresa de que Alfredo, o alguno de sus empleados chismosos le fue con el cuento, y que él se enterara de lo que hablaba con el presidente.

Una vez que atendí, me dediqué a escuchar lo que tenía para decirme la mujer al otro lado de la línea, a la vez que veía el estanque en el que Alf tenía a sus cocodrilos.

-Al señor le gustaría realizar una cita con la presencia de su hijo antes de firmar o rechazar el contrato, es consciente de que no se conocieron en las mejores condiciones y...

-¡Mía! ¡Mía! ¡Amor!-los gritos desesperados de Alfredo me hicieron darme media vuelta.

El castaño entre que sostenía su cabeza y refregaba sus ojos, buscaba a algo o alguien de forma desesperada, viendo para todos lados y caminando apresurado. Se acercó a uno de sus sicarios y éste le señaló para dónde yo estaba. Cuando Alfredo comenzó a correr en mi dirección corté la llamada y me adelanté los pasos que pude antes de que él me alcanzara para rodear mi cintura con sus brazos abrazándome con fuerza, como si estuviese asustado.

-No vuelvas a dejarme nunca.-Susurró dejando su mentón arriba de mi cabeza.

-¿Qué sucede Alf?-La preocupación se apoderó de mí cuando noté como sus ojos se ponían acuosos, suspiraba y bajaba su cabeza tomando mis manos y besándolas.-¿Por qué lloras? ¿Te duele algo? ¿La cabeza?-Pregunté limpiando las pequeñas lagrimitas que caían de sus ojos. Posé mis manos a cada lado de su cabeza y lo atraje hacia mí buscando su atención.

-Lloro porque estoy feliz de tenerte, creí que te habías ido otra vez con el presidentucho ese.-Entrecerré mis ojos sin comprenderlo, a pesar de que me estuviese explicando.

-¿Sólo por eso?-Pregunté con el presentimiento de que no era así. Tantos años conociéndonos, juntos y hasta sabiendo su forma de pensar y actuar me dejaban decir con certeza, de que eso no era la única causa de su angustia. Él asintió y las lágrimas comenzaron a fluir aún más rápido.

-Ya amor, no llores. ¿Qué no sabes cuánto pagarían Iván y Ovidio por verte y filmarte en este estado?-Él intentó sonreír peor sólo le salió una mueca.

Bajando mis manos de su rostro, ahora fue él quien me sostuvo y pegó nuestras frentes, con sus ojos cerrados en todo momento.

-Es que eres tan bonita y yo... Yo te pagué así...-Un jadeo me hizo abrir mis ojos y separarme de él.

-¿Pagarme así? ¿Qué hiciste Alfredo?

-¡No me digas Alfredo!-Mi amigo golpeó el suelo con su pie y volvió a abrazarme mientras se secaba su rostro.-No... yo no hice nada. 

-Ahora dímelo viéndome a los ojos.-Pude sentir como negó.-Cariño dime ¿Qué hiciste?-Volvió a negar.-¿Te metiste con una mujer mientras no estaba?-Dije lo primero que se me vino a la mente, aunque cuando sentí su cuerpo tensarse pude saber que tan equivocada no estaba, a pesar de que él volviera a negar.-Vamos, ve a la cama que debes traer una resaca de los mil demonios, aparte que no se me olvida que estoy enojada contigo. Tenemos que hablar de tu borrachera.

Mi Gobernadora | Alfredo Guzmán | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora