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Estrellé el bendito florero que estaba sobre la mesa de living, así como había estado haciendo con todo lo que tenía a mi alcance en los últimos minutos.

-¡Es que lo voy a matar a ese maldito cabrón y no me va a detener nadie! ¿Cómo se atreve a verme así la cara? ¡¿Y esa prepago estúpida quién chingados es?!-Me volví hacia Yaneth y Valeria que me veían neutras sentadas en mi sofá.

-Yo creo que lo mejor es que te calm...

-¡No me voy a calmar, Valeria! Y deja de utilizar los cepillos de dientes de mi baño que cada vez que vienen abren uno nuevo ¡Utilicen siempre el mism...!

-¡Bueno ya! A mi no me vas a gritar mocosa, así que arréglate esas fachas y nos vamos al rancho de Alfredo.

-Tu sólo lo haces porque quieres verlo a Ovidio.-Murmuró Yaneth viéndola divertida, sin tomar en cuenta la gravedad de mi estado.-Y tu no te estás muriendo como para que me mires con esa cara porque no te presto atención.-Ésta vez se dirigió a mí.-Así que si me disculpas, me largo que tengo cita con Iván, me cuidan el pleb...

Asentí sin poder dejar de rozar mis dientes con fuerza, con enojo. Cuando la castaña se despidió de nosotras, yo me despedí de Valeria y sin dejarla protestar, me largué de mi departamento dispuesta a saber qué era lo que Alfredo me estaba ocultando.


°°°


Mi boca se abrió por la sorpresa al descubrir de quién se trataba la mujer que respondió la llamada desde el teléfono de Alfredo.

-Cierra la boca que te van a entrar moscas, Mia.-Golpeé las costillas de Ovidio. Éste se quejó y tras amenazarme con que no volvería a acompañarme a espiar a su hermano, hizo silencio por fin.

-Malditos descarados.-Apreté el volante de mi carro con fuerza intentando controlarme. Pero no era capaz de asimilar que Alfredo me había mentido y ocultado algo tan importante como una novia, que casualmente era mi pinche asistente Roxana.

-Esa compa ya está sin trabajo, no más no le han avisado.

-Por primera vez dices algo coherente.

-Oye.-Rodé mis ojos comenzando a conducir a una velocidad alta, mi plan era llegar al rancho de Alfredo antes que él y la maldita regalada para así sorprenderlos en lo que sea que pudieran estar haciendo, algo que de sólo pensar mi mente se cegaba por los celos y si no era detenida por alguien, sería capaz de hacer cualquier locura.

Alrededor de una hora después, en un viaje lleno de los comentarios innecesarios de Ovidio, sus supuestos consejos para relajarme y sus anécdotas con Valeria-porque a diferencia de su bendito hermano cobarde, él sí había tenido los pantalones para confesarle su enamoramiento a su mejor amiga- llegamos a la mansión de Alfredo. Sin detenerme siquiera a reportar mi llegada, escondí el carro detrás de las caballerizas.

-Espera un momento.-Ovidio me hizo girar sobre mi pies y extendió su mano hacia mí.-Tu arma.

-Está bien cómoda en mi cintura.

-Dámela o no te dejo entrar.-Bufé cuando su mirada se hizo severa y no tuve de más que entregársela, al fin y al cabo, conocía donde Alfredo guardaba las suyas en diferentes puntos de la casa.

Unos veinte minutos tuvimos que esperar escondidos en el baño del cuarto principal de la casa, como si fuésemos unos ladrones y no la mejor amiga y hermano del dueño de la casa.-Todo culpa de la pendeja de Roxana.-Pensé en voz alta.

Mi Gobernadora | Alfredo Guzmán | TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora