36. Reencuentro y dibujo de familia

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Me desperté entre sudores fríos y taquicardias, hacía por lo menos quince años que no soñaba con Augusto aquel niño del campamento. Nunca más lo había vuelto a ver, ni siquiera sabía de donde era, a aquel conocido campamento venían niños de todo el país y con diez años es bastante complicado encontrar a alguien del que solo sabes su segundo nombre y ya.

Lo busqué durante mi adolescencia incluso de alguna manera esperé que volviera a aparecer, rechacé a todos los chicos que querían acercarse a mí para algo más que una amistad. Pero a los dieciséis años comprendí que no lo iba a volver a ver y que debía pasar página. Seguía guardando la pulsera que me dio antes de desaparecer, la tenía en la caja de música que me había regalado mi madre cuando me fui de casa. La guardé en el momento en el qué se me empezó a deshilar, la quería proteger y preferí quitármela. Recordaba la tarde que me la había regalado, frente al río. Sonrisas, carcajadas, palabras.

- ¿Quieres ser mi novio? – le pregunté segundos después del beso robado.

- No – contestó él.

- Seguro que cuando seamos mayores quieres que sea tu novia.

- No, porque los novios siempre rompen y yo no quiero romper contigo.

- Podemos estar juntos siempre.

Pero desapareció. '

Me levanté de la cama soltando el aire, llevaba desde la conversación con Ángel ignorando los mensajes que me dejaba Sergio y todas sus llamadas. Recordaba como Ángel le había dicho con una sonrisa de lado que Sergio sabía absolutamente todo, que Ángel volvería y que además me obligaría a ir con él a los premios.

De primeras no me lo creí, Sergio odiaba con toda su alma a Ángel, incluso más que yo, pero por alguna razón mi ex seguía teniendo algún poder de persuasión sobre mí, me lo acabé creyendo y no quería hablarlo con él, al menos por ahora.

Mi hermana me había dejado el café hecho junto a una notita "¡Qué tengas un buen día, te quiero!". Mi hermana era la razón principal por la que conseguí salir de mi relación toxica con Ángel, ella creía en mí cuando ni yo misma lo hacía.

- Te mereces algo mejor – me volvía a repetir como cada noche que llegaba a su casa llorando por él. – tú no te mereces que te traten así, nadie merece que lo traten así. Eres una mujer fuerte, preciosa, con un cuerpazo, lista y más cosas. Y encontrarás a alguien que de verdad te valore. Él no lo hace Samantha.

Cogí el café y me paseé por la casa hasta sentarme tranquilamente en el sofá. Puse la tele por primera vez en mucho tiempo, estaba puesta La 2. Por alguna razón desconocida Elia adoraba los documentales de ese canal, raramente veíamos otro. Cuando era solo un bebé era lo único que le calmaba las rabietas. La verdad es que a mí me calmaba bastante también.

Agarré el mando estirando el brazo, siempre se caía al suelo y me parecía un milagro que siguiera funcionando. Cambié de canal varias veces, las noticias, una película, una serie mala, no había nada interesante.

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- A medida que los vayáis acabando levantáis la mano – dije en alto para que me oyeran todos los niños.

Dibujaban con atención, les había pedido que hicieran un dibujo de su familia, era un buen momento para actualizar los dibujos que teníamos en el pasillo.

- Profe – me llamó Bibiana moviendo la mano haciendo que sus dos coletas se balancearan en el aire.

- Dime Bibi – respondí acercándome a ella.

Polo Opuesto { Flamantha }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora