45. Barcelona y comienzos

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Las navidades habían pasado rápidamente. El día de Navidad me dieron el alta y volví a casa, Elia saltó a mis brazos en cuanto me vio y me enseñó sus nuevos regalos, entre ellos un vale para hacer las clases de teatro a las que iba su amiga Martina.

La nochevieja y el año nuevo estuvo más entretenido. Cené con mis padres, Débora y Elia, tras la cena salí de fiesta con Sergio, Dani, Jimena, su novio y Maialen. Según me dijeron Flavio se quedó a celebrarlo con la Señora Martínez que estaba sola, y aunque parte de mí creía que decían la verdad, la otra parte sabía que me estaba evitando y esa solo era la excusa perfecta.

Tras unos días sin tanto revuelo llegó la noche de los Reyes Magos. Fui la encargada de llevar a Elia a la cabalgata, Jimena me mandó un mensaje, su hermano que vivía en Sevilla había venido de visita. Decidimos ir juntas, ella tenía que llevar a su sobrino y de esa manera no iría sola.

La mañana siguiente, la mañana de reyes, fue mi momento favorito de toda la temporada navideña. Elia me contagió su felicidad las veinticuatro horas del día, pero sus ojos brillaron un poco más de lo normal el momento en el que vio su regalo especial. Abrió los ojos a las seis de la mañana, había querido dormir conmigo en su noche favorita del año. Como mis padres ocupaban la habitación de invitados ambas pasamos la noche como pudimos en una cama de ochenta centímetros de ancho. Me sacudió hasta que abrí los ojos, todavía no había amanecido. Sin embargo, cedí a salir con ella a ver los regalos y volver a la cama. Mis planes se estropearon cuando al salir vimos un piano enorme con un lazo de regalo que ocupaba medio salón.

Afortunadamente, aunque había estado bien, la época más estresante del año ya había pasado.

- ¿Me ayudas? – levanté la vista del móvil y me encontré a Elia con la cabeza atascada en el jersey. – No puedo ponérmelo. – empezó a dar pequeños saltitos.

- A ver – me puse de rodillas y tiré de la tela hacia abajo. Su cabeza pasó por el agujero con esfuerzo. – Pero bueno ¿puede ser que te haya crecido esa cabecita? – le despeiné los mechones rubios.

- Sí porque me hago más lista en el cole y me crece el celebro.

- Querrás decir el cerebro – la corregí.

- Es lo mismo – se encogió de hombros y apretó los labios formando una línea.

Aunque me dijo que ya era grande la ayudé un poco a vestirse. Débora no se encontraba bien, tenía fiebre y yo me había ofrecido a cuidar de Elia esa mañana. Cuando estuvo lista me puse a su altura frente a ella, le acaricié las mejillas y le coloqué un mechón tras su oreja.

- Recuerda que te irá a buscar Maialen al cole ¿vale? – le miré a los ojos con cariño. Su sonrisa se esfumó. - ¿Qué pasa? – fruncí el ceño.

- Es que no quiero que te vayas. – puso una mueca triste y yo la abracé.

- Solo me voy una semana, como mucho una semana y media, estaré en Barcelona grabando una canción y pasando el tiempo con Belén que me ha invitado unos días. ¿Y sabes qué? – Elia negó – Seguramente vayamos a un spa y todo.

- ¡Hala! ¿A que te hagan masajes? – abrió mucho la boca contenta.

- Sí, y más cosas.

- Entonces te dejo que te vayas, pero solo unos días. – le guiñé el ojo y ella me devolvió el gesto.

La calle estaba llena de gente esa mañana, hacía un frío glacial. En el tiempo habían dicho que había probabilidad de nieve y Elia llevaba deseando que acertaran desde la noche anterior. La tienda de churros estaba a rebosar, con este tiempo a mucha gente le apetecía unos churros con chocolate calentito. Elia me decía ilusionada que le salía humo por la boca del frio.

Polo Opuesto { Flamantha }Donde viven las historias. Descúbrelo ahora