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❝Dónde Kuroo le encanta comer dulces con Kenma❞

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Kitty!Kuroken | Mención de Bokuaka |+18


Palabras: 2229

Kuroo adoraba los dulces

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Kuroo adoraba los dulces.

Le encantaba la enorme variedad que había, desde paletas a pequeñas ruedas de oblea con dulce de leche dentro, pero sin duda alguna sus favoritos eran aquellos pequeños dulces de caramelo que se derretían en tu boca debido al calor natural en ella. Ya sean ruedas de caramelo con chocolate o cuadrados con saborizantes de fresa, mango o melón; todos le gustaban. Y más le gustaba compartirlos con Kenma.

Buscó a tientas entre los cajones de ropa interior de Keiji si había algún cuadradito más que se hubiera perdido en las profundidades de algodón y elástico que había dentro, pero, aunque metiera la mano hasta donde sus garras podían tocar no encontró nada. Se frustró de solo pensar que no podría comer dulces junto con Kenma, cerró el cajón con fuerza y meneando la cola disgustado salió de la oscura habitación.

Si fuera Keiji, ¿Dónde escondería los dulces?

Se dirigió a la habitación que compartía con Kenma, lo encontró en la parte de arriba de la torre de juegos tomando el sol. Se dejó caer en su cama frustrado, puchereó para llamar la atención del joven gato; sin lograrlo. Genial, ahora no había encontrado los dulces y Kenma no le ponía atención. Se erizó cuando sintió algo caerle encima, era una bola de estambre que aterrizó en su estómago.

—¿Por qué estás de mal humor? —preguntó Kenma, meneando la cola de un lado a otro desde su lugar, con su cabeza posada en su antebrazo y el otro colgando, dispuesto a lanzar otra bola de estambre por si éste seguía sin prestarle atención. —¿No pudiste usar la caja de arena?

—Muy gracioso. —sonrió, con sus garras tomó la bola de estambre y comenzó a jugar con ella, pasándola por sus manos de una a la otra. —Es solo qué no encontré los dulces esta vez.

—Oh. —contestó Kenma. —La otra vez miré que guardó algo en la mesa junto a su cama, eran pequeños cuadrados metálicos. —hizo un ademán con las manos, simulando el tamaño de aquel objeto.

—¿Enserio? —paró las orejas el gato negro. —¡Llevo rato buscándolos! pudiste haberme dicho antes.

—No me preguntaste. —obvió el castaño.

Kuroo corrió a la habitación de Keiji nuevamente, abrió el cajón de una de las mesillas de noche pertenecientes a su dueño encontrando libros y perfumes; arrugó la nariz inconforme y lo cerró nuevamente, rodeó la cama y abrió el cajón nuevamente, esta vez encontrando la tira de dulces que Kenma había mencionado.

―❝𝔨𝔲𝔯𝔬𝔨𝔢𝔫 𝔬𝔫𝔢‐𝔰𝔥𝔬𝔱𝔰❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora