𝟙𝟚

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❝Dónde Kuroo está cansado de su trabajo y lo único que quiere es descansar❞

Palabras: 522

Salió de la oficina con un humor de perros, su jefe se empeñó en destrozar su buen humor y paciencia desde muy temprano

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Salió de la oficina con un humor de perros, su jefe se empeñó en destrozar su buen humor y paciencia desde muy temprano. Tenía el cuerpo tenso y adolorido, podía sentir a todos sus músculos gritarle por un masaje. Presionó dos veces la llave de su coche y se adentró en él con cuidado, su espalda crujía con cada movimiento que hizo hasta que un fuerte calambre le forzó quedarse quieto durante varios minutos y lloriquear de dolor. Su trabajo le estaba quitando años de vida, sin duda alguna. Desde que ese idiota que debía llamar jefe había ingresado a la empresa, sus descansos habían reducido, así como también sus horas de sueño. Pasaba la mayoría del día en la empresa para salir por la noche y solo alcanzar a ver cómo su niño descansaba en su cama; recién bañado y oliendo a manzana. También se había dado cuenta que su actividad sexual bajó considerablemente al igual que su apetito, recordó aquel lamentable intento de una noche desenfrenada de pasión con su esposo, pero ni siquiera hubo algún movimiento candente cuando él ya estaba muerto en la cama por el cansancio. Sin duda alguna ese trabajo estaba arruinando su vida.

Estacionó el coche en su lugar correspondiente y se adentró a su casa en un dos por tres. Se quitó el saco junto a los zapatos y los colocó donde iban, como un zombie caminó hasta su cuarto, encontrándose al amor de su vida jugando fervientemente con su consola, moviendo las manos rápidamente y apretando los botones en una secuencia aleatoria. —Llegué a casa. —habló por lo bajo. Tenía la voz ronca por el cansancio y le picaba cada que hablaba.

—Bienvenido. —Pausó el juego cuando la cama rebotó fuertemente por el peso del mayor, quien una vez con la ropa fuera y quedando únicamente con los calzoncillos puestos, se dejó caer como peso muerto. — ¿Día duro?

Solo recibió un gruñido como respuesta, el rubio buscó en la mesilla de noche a su lado el aceite de bebé que usaba en Minji, para poco después subirse encima del pelinegro, quien se acomodó para recibir dichoso el masaje que lo llevaría a la gloria del sueño profundo. —Sabes muy bien que no necesitas trabajar, con lo que hago es suficiente para mantenernos a los tres durante muchos años. —Kuroo gruñó nuevamente, no queriendo volver a sacar ese tema de conversación. Kenma azotó el trasero del pelinegro varias veces, creando la tonada perfecta de Mario.

—Déjame el trasero.

—No.

Y azotó nuevamente. Le forzó a quedarse acostado en la cama, cuando el pelinegro hizo el ademán de querer quitárselo de encima, abrió la botella de aceite y comenzó con suaves círculos en los hombros, sacando suspiros satisfactorios por parte del otro. —Solo digo que, si tanto te afecta tu trabajo, puedes renunciar. No nos veremos afectados monetariamente.

—Ya lo sé, pero no quiero que seas el único que se esfuerza y desvela. Me hace sentir mal.

—Ay, mi bebé se preocupa por mí. —picó Kenma, quien se inclinó lo suficiente para besar las mejillas de Kuroo. —Tengo al mejor esposo del mundo.

—Lo sé.

―❝𝔨𝔲𝔯𝔬𝔨𝔢𝔫 𝔬𝔫𝔢‐𝔰𝔥𝔬𝔱𝔰❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora