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❝Dónde Kuroo no puede hacer nada❞

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TokyoGhoul¡Au | intento de angs.

Ubicado en el último capitulo de la segunda temporada.

Palabras: 1127

Entró a la tienda de ropa por una de las ventanas rotas y se escondió detrás del mostrador

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Entró a la tienda de ropa por una de las ventanas rotas y se escondió detrás del mostrador. Se tiró pecho al suelo y evitó moverse lo más que pudo, incluso aguantó la respiración al escuchar las pisadas en la nieve de aquellos bastardos con maletines.

—¡Maldita sea, se nos fue!—gritó uno. Aún así no salió de su escondite hasta lo que pudo saber a través del reloj de pared; media hora, con ese tipo de personas no podías saber si realmente se habían marchado o solo te estaban cazando para matarte.

—Estuvo cerca.—susurró, exhalando el aire de sus pulmones y creando una nube de vahó por la temperatura baja. Había parado de nevar hasta hace poco, por lo que la nieve era reciente y se hundía con cada paso que daba, tenía el cuerpo herido y el traje negro que traía se le pegaba por la sangre al cuerpo. Prácticamente si no se movía iba a morir de frío, tal vez desangrado o por una paloma que le cazaría de quién sabe dónde.—Mierda.

Su cuerpo no estaba regenerando como quería. Se quitó el bozal para poder comer algún cuerpo abandonado entre los restos de alguna batalla entre sus compañeros caníbales y los hijos de perra con maletín. Buscó sin parar, guiándose por los rastros de sangre que había, pero debido a la nieve este se desvanecía y no podía apreciar ningún bulto por la nieve acumulada. Maldijo nuevamente, miró hacía arriba cuando escuchó un silbido provenir de algún tejado, encontrandose con aquellas alas rojas brillantes, suspiró de alivio al encontrarse a un aliado.

Se unió a él en aquél tejado alto, sentándose en el suelo y haciéndose ovillo en una esquina para mantener el calor. Giró la cabeza cuando algo golpeó su pierna, levantó la cabeza; tomando inmediatamente el sobre tendido por el rubio y devorando el contenido.

—Joder, esto es la gloria.—sonrió, sintiendo las energías venir nuevamente.—¿Dónde está Bokuto?

—Con Kenma, les tocó el ala oeste.—respondió con la boca llena.—Al parecer se complico esa mierda.—tragó con pesadez.—Se encontraron con ese cabrón de Juuzou.

Ambos guardaron silencio.

—Tetsuro.—le llamó.—Es hora.

Kuroo se llevó las manos a la boca para limpiar con su boca la sangre que escurría de éstas, respondió con un monosílabo. Kei se tomó su tiempo, repasando el plan que aplicarían a continuación. En ese momento fueron interrumpidos por la caída del cuerpo musculoso de Bokuto, ambos miraron en dirección al hombre de cabellos albinos que se lamentaba en su lugar y tocía sangre. Corrieron a ayudarle, dándole la vuelta para poder meter en su boca los pedazos de carne humana que le ayudaría a mejorar su estado; éste se negaba, movía la cabeza hacía los lados para no comer. Kuroo se desesperó y con ambas manos le obligó a abrir la mandíbula para meter por la fuerza aquel alimento.

—Maldita sea, no estamos para tus berrinches.—se quejó Kuroo cuando miró las lágrimas gruesas caer por los ojos amarrillos de Bokuto.—¿Dónde está Kenma?

Bokuto a como pudo se arrodillo delante de Kuroo, pegando su frente al suelo. La sensación de pesadez cayó como hierro en su corazón, negó con la cabeza repetidas veces negándose a escuchar o creer cualquier cosa que saliera de la boca del albino.

—Perdóname Kuro.—lloró Kotaro.—No pude hacer nada.

—Mientes.—soltó mordaz.—Estás mintiendo, deja de hacerlo. ¡Dime dónde está Kenma!

—No pude hacer nada.—Bokuto golpeó el suelo, impotente.—Ellos llegaron de la nada, estábamos cansados y habíamos salido de una pelea con un hijo de perra con armadura.

Y así era.

Bokuto había salido mal de aquella batalla con algún tipo que desconocía, al parecer de último momento habían conseguido un nuevo kinque. El albino al tener más musculatura que Kenma, había acarreado el ataque a corta distancia; siendo Kenma quien le salvó de morir atravesado varias veces con su kagune de categoría rinkaku. Pero las cosas se complicaron mucho más cuando se vieron emboscados por el chico de costuras rojas, yendo a por todas contra estos. Kenma al ser el más rápido y con más condición le gritó a Bokuto que se fuera cuando con sus propios ojos observó como el albino era rajado superficialmente por todo su abdomen. No pudo protestar, simplemente salió en busca de ayuda para su amigo.

—Tienes que ir.—habló Kei después del relato del albino.—Yo cuido de Bokuto.

No lo pensó dos veces.

Ni siquiera se colocó de nueva cuenta el bozal, solo empezó a correr a la dirección en dónde según Kotaro se encontraba el castaño. El aire estaba quemándole la cara por el frescor, sus pulmones dolían y sus piernas comenzaban a cansarse. Cortó por algún callejón y trepó por otros, no había nada que le detuviera a llegar con el chico al que le había prometido la vida entera.

Entonces las palabras que le había dicho antes de separarse cobraron sentido.

"Perdóname, por lo que vaya a suceder"

Gritó.

Quería eliminar cualquier pensamiento negativo de su mente. Kenma no estaba muerto, él no lo estaba. Se prometieron volver con vida al final de esta mierda, para cumplir todo aquello que de sus labios salieron meses atrás. Todos aquellos sueños que parecían idílicos. ¡Simplemente no podía! Entonces lo vio. Pudo ver la figura delgada de Kenma sentada en el suelo, estaba apoyado sobre sus dos piernas y su cabeza caía hacía adelante al igual que su cabello, cubriendo su cara del todo; un suspiro de alivio atravesó el cuerpo del pelinegro. Pero había algo mal, su cuerpo parecía estar intranquilo con lo que su visión le mostraba.

—¡Kenma!—gritó a unos metros de él.

Pero no sucedió nada.

Kuroo llegó a su lado derrapando, hincándose delante de él y tomándole de los hombros. El cuerpo estaba frío, lo sacudió un poco; esperando una reacción por parte de éste.

—Oye, Kenma.—le llamó, sacudiendo un poco más fuerte su cuerpo.—¡KENMA!

Nada.

Kuroo tembló, pero no por el frío. Con manos temblorosas apartó el cabello del rostro ajeno, observando con lágrimas en los ojos la pálida piel, mallugada y ensangrentada en algunas partes. Sorbió la nariz, intentando aguantar un poco más las lágrimas.

—Vamos, tenemos que irnos.—Le dijo con un hilo de voz.—Vamos, mi vida.

Jadeó, con las lágrimas cayendo sin su permiso. Abrazó el cuerpo sin vida de Kenma, dejando que todo su peso cayera sobre él. Se dedicó a llorar, a berrear como niño. Su alma necesitaba eso, un grito de adiós el cual dio con todo; no le importó romper sus cuerdas vocales, no dolía más que la perdida de su amor.

Con una de sus manos hizo que la cabeza de Kenma quedara entre el hueco de su hombro y cuello, mientras que la otra sobaba su espalda con lentitud.

—Me lo prometiste, no puedes dejarme.—susurró.

Ese día no solo perdió un compañero.

Perdió al amor de su vida.



―❝𝔨𝔲𝔯𝔬𝔨𝔢𝔫 𝔬𝔫𝔢‐𝔰𝔥𝔬𝔱𝔰❞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora