SABADO EN LA NOCHE

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El reverendo Tommas, solía dirigirse a la congregación todos los domingos, sus palabras eran feroces cuando de condenar el pecado se trataba, la única misión en su vida constaba en que todos renunciaran al mal y se acercaran al salvador, sus sermones se enfocaban en el repudio de la belleza, del sexo,  del alcohol y la suciedad moral que estaba sucumbiendo el pueblo en ese momento, aunque la verdad le hablaba más a las sillas vacías de su iglesia, cada domingo asistían un total de veinte personas a oír las locuras de un reverendo viejo y cansado, pero entre los espectadores siempre sus tres adorables mujeres.

Su joven esposa Emily, que fue obligada a casarse con  Tommas más por un arreglo económico que por amor, esta es razón por la que  siempre lo desprecio y sentía fastidio  por él,  Emily era una mujer de ciudad contaba con veinte años menos que su viejo esposo, una mujer de hermoso parecer, su  rostro mostraba siempre seguridad, tenía una mirada penetrante e intimidante, su cabello era de color negro como la noche, liso, perfecto, su cuerpo muy bien delineado a pesar de tener a sus dos hija se notaba que no habia hecho mucho estragos en ella, sus curvas eran profundas, en sus caderas se encontraban el deseo de muchos hombres del pueblo y en la voluptuosidad de sus pechos el camino directo al infierno, bueno así la describía su anciano esposo, pero a Emily le encantaba sentirse deseada todo el tiempo.

Su hija mayor  Saray, había heredado la belleza de su madre en todos los aspectos, aunque contaba apenas con veinte años ya tenía la mente de su madre, una mujer desafiante, independiente y arrogante, así era ella, pero era perfecta a los ojos de su padre nunca encontró en ella mal alguno, mucho menos la castigo por algo en su niñes,  por lo cual siempre creció haciendo su voluntad y con las enseñanzas que su madre  le susurraba al oído día tras dia.

Y estaba katy la menor, diferente en aspecto a su madre, tenía su piel blanca como la nieve, sus labios rojos como el color de la sangre, y su mirada era de el azul del océano, aunque contaba con dieciocho años la figura de su cuerpo era perfecta, aunque delgado sus atributos solían sobre salir, el amor de los chicos de la escuela, que estarían dispuesto  a hacer cualquier cosa por ella, Katy pasaba varias horas al día hablando con su padre pero más que amor por el sentía una gran lástima, pero nunca compartió sus ideas de Dios,  menos su creencia.

Aunque se sentaban al frente  a escuchar el sermón  de Tommas, las tres compartían un gran secreto y una única religión.

En las oscuras noches de quel pueblo, tres hermosas mujeres se escapaban de la iglesia
y las seguían un  séquito de hombre y mujeres, desde adolescentes hasta mayores.

Hoy todos caminaban a las afueras del pueblo para celebrar una práctica que condenaba a cualquier ser viviente a las entrañas del infierno, lo más absurdo de todo esto es que, Emily, Saray y katy eran esas mujeres que encabezan este movimiento ocultista, de quel lugar, mientras el reverendo se hacía de la vista gorda para no perder a ninguna de sus tres mujeres, el pueblo completo sabían las andanzas de ellas y aún así las seguían a sus brutales rituales, ocultistas y satanistas.

Era Emily la sacerdotisa de quel aberrante culto, había atraído a cientos de seguidores, ofreciéndoles poderes, riquezas y el placer que les otorgaba su cuerpo, así había ganado adectos mientras sus hijas eran practicantes en este mundo de magia, brujería, de pecados desbordados y  lujuria extrema. Esta noche en especial todos los practicantes estaban presentes para presenciar el ascenso de katy de ser una adolecente bruja a ser la mujer de el mismo satanás, todos los reunidos ya habían presenciado este mismo ritual con varias de las jóvenes del pueblo, y ahora era el turno de katy la niñas más bella del lugar, todos tomaron posesión de sus lugares, al rededor de una gran piedra que se situaba en medio del pentagrama hecho con sangre de un macho cabrío, todos cerraron los ojos mientras pronunciaban en susurros la plegaria de bienvenida.

El movimiento de los árboles se hizo constante en quel lugar, se doblaban de tal manera que sus ramas tocaban el suelo, el viento era fuerte, frío y agresivo, todos los participantes sabían que su rey estaba entrando en quel sitio, en la parte superior de aquel improvisado  altar de pierda estaba Emily, y en la gran piedra el cuerpo desnudo, suave y blanco de su hija menor, era un orgullo para ambas estar en ese momento en aquel lugar. Depronto el silencio imbatido el circulo del ritual,  un olor a azufre invadió el sitio y El Fuerte sonido de unas pezuñas anunciaban a los practicantes que todo estaba apunto de comenzar, Emily retrocede y deja sola a su hija como cual carne, a la deriva como ofrenda, y mirando con sus ojos estupefactos y llenos de deseo, como aquel enorme ser, de ojos resplandecientes como las estrellas y mirada profunda, se apoderaba por completo de el cuerpo de su hija katy, la cual fue levantada por los aires, mientras la bestia la embestia con fuerza y odio, katy gritó de dolor, la bestia gimio de placer,  sus uñas se penetraron en el cuerpo de katy y su sangre roja comenzó  a gotear sobre la piedra,  se sacudía de un lado a otro, mientras katy lloraba y su cuerpo le ardía por completo de dolor pero se sentía llena de orgullo, había pasado unos quince minutos donde todo su cuerpo había sido profanado, cae maltrecha al altar pero en sus adentro sabes que esto está fuera de acabar, su cuerpo es dejado como sobras a las hordas de demonios que esperaban que lucifer acabara con ella, aparecen miles de estos engendros del infierno y el cuerpo de katy comienza a estremecer de un lado para el otro como una muñeca inservible, todos los que se encontraban presenciando aquel abominable ritual comienza a fornicar con estos seres y entre ellos. Ya el reloj apunta las 3:00 de la mañana y todo a terminado, una vez más Emily habla a los participantes que estaban estenuados  y agradece la participación de ellos en el ritual, y da por concluida la celebración del sabath negro.

Es un nuevo amanecer del domingo, Tommas nuevamente alsa su voz para condenar el pecado e invitar a todos al arrepentimiento, sus fieles feligreces vuelven hacer las mismas veinte personas de cada domingo, entre ellas sus tres amadas mujeres, Emily, Saray y una pequeña pero ya nada infantil katy.  Y todo vuelve a transcurrir igual, en aquel pueblo de mierda que está lejos de la ciudad.

30 NOCHES DE TERRORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora