Capítulo 3

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—¿Me puedes explicar que haces llamándome a las cuatro de la mañana?— pregunté enojada

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—¿Me puedes explicar que haces llamándome a las cuatro de la mañana?— pregunté enojada.

Esto era el colmo, le sacaría los ojos a Jack cuando lo viera, lo juro.

¿Arruine tu sueño embellecedor?

Sí, estúpido, ¿qué quieres?— levantarme de madrugada me ponía de malas.

Estoy fuera de tu casa, baja.

¡¿QUÉ EL ESTABA DÓNDE?! Mire por la ventana y vi su auto estacionado, me hizo de la mano. Maldito.

—¿Para qué?

Sino bajas comenzaré hacer bulla y despertare a todos tus vecinos incluidos tus padres— amenazó. Colgué la llamada

Maldito, mil veces maldito Jack Trevor.
Te odio.

Me envolví en una manta café porque hacía frío y me puse mis converse blancos, al menos combinaba con mi pantalón negro y mi blusa azul para dormir. Baje despacio las escaleras, trate de no hacer ruidos ya que si hacia algún movimiento en falso estaría en graves problemas.

Salí rápidamente de la casa y me metí al auto, el muy estúpido ya tenía la puerta del copiloto abierta.

—Te odio, Jack Trevor— dije cruzada de brazos.

—Buenos días a ti también, Wilson— dijo sonriendo.

Quería estampar mi puño contra su precioso rostro.

Comenzó a conducir, no podía descifrar dónde íbamos porque iba más dormida que despierta en el asiento. En toda la semana no me había hablado ni mirado y justamente hoy sábado se le ocurre venir a verme.

—¡Eres idiota!— grite, el pendejo había frenado de golpe, por suerte y me puse el cinturón.

—Lo siento, pequeña— se disculpo riendo.

Lo asesine con la mirada.

—¿Dónde estamos, Jack?— mire por la ventana.

Él bajó del auto sin responderme, salí del auto y me encontré con el mar, habíamos venido a la playa. No era un camino largo, eran como treinta minutos de la ciudad hasta acá.

—¿Qué hacemos aquí?— pregunté maravillada por la vista.

—Quería nadar— respondió sacándose la camiseta y los zapatos.

—¿¡Para eso me llamas a mi?!— reclamé.

Él sonrió mientras comenzaba a correr hasta el agua.

—¡Eres la mejor, nena!— gritó señalandome desde el agua.

Alce mi mano y le mostré mi dedo corazón, idiota.

Media hora después cuando eran las cinco y quince de la mañana salió del agua, en todo este tiempo me había quedado sentada en el capó de auto viendo como amanecía, abrió la puerta trasera del auto y sacó una toalla junto a ropa seca y se cambió.

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