Capítulo 27

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-Traje café- recibí el vaso que me extendió la Tania- ¿No te han dicho nada nuevo?

-No, todavía no sale nadie- subí mis pies a la silla y me puse en posición fetal.

-¿Dónde está mi hijo?- entró el papá de él Mauricio corriendo- Fernanda ¿Cómo está?

-Todavía no sale nadie- me acomode en la silla- Queda esperar solamente.

-Tengo que ver a mi hijo- caminó por toda la sala- Estoy pagando por este hospital ¿Quién me puede atender? Por la cresta este hospital es lo peor. No pueden hacer ninguna wea bien.

No hice nada porque estaba acostumbrada a que actuaba impulsivamente, pero al parecer la Tania no porque se acercó a él.

-Tío cálmese un poco, estará bien- le puso la mano en el hombro pero él rápidamente lo esquivó.

-Todo esto es tu culpa- la miró con asco- Si no hubieras manipulado a mi hijo él ahora estaría en la casa. Cuanto apuesto a que eres una maraca que solo quiere su plata, delincuente de mierda.

-Ya Andes, córtala- lo reté, poco me importaba que fuera mayor.

-También es tu culpa, si no hubieras terminado con mi hijo no se hubiera enamorado de esta- rodé los ojos.

-Siendo un hijo de puta el Mauricio no va a volver- sonreí falsamente- Siéntese y le traeré un poco de café.

Asintió con la cabeza y se sentó, respiró profundo y cerró los ojos. Miré a la Tania y tenía los ojos llorosos, le afectó lo que le dijo.

-Vamos- la abracé sobre el hombro y la hice caminar conmigo.

-¿Crees que es mi culpa?- la miré cuando entramos a la cafetería y ya tenía lágrimas.

-No Tania, no es tu culpa-sonreí- No es culpa de nadie más que de él Ángel.

Asintió y se sentó en una de las mesas a esperar.

-Hola Fernanda- saludó la señora que atendía la cafetería del hospital- ¿Cómo está tu amigo?

-Empeoró- hice una mueca.

-Ten fé mi niña, todo va a salir bien- me sonrió y se dió vuelta- Toma, tres cafés, invita la casa.

-¿Cómo sabía cuántos quería?- pero como respuesta solo me guiñó un ojo y sonrió- Anda, se van a enfriar.

-Nos vemos en un rato- me despedí.

Le pasé el café a la Tania y volvimos a la sala de espera.

-Compré una sala- abrí los ojos al escuchar a el tío Andrés.

-¿Cómo? ¿Por qué?- le extendí el café.

-Tú estás todos los días y yo las noches, no podemos estar siempre en la habitación así que renté una pequeña sala de espera para acomodarla un poco- explicó.

No sabía qué decir así que solo asentí.

-Vamos- se puso de pie y ambas lo seguimos.

Estaba igual cerca de la habitación así que no había problema. Efectivamente era una habitación pequeña, solo tenía dos hileras de sillas y una máquina expendedora.

-Dijeron que nos pueden prestar una colchoneta por si nos tenemos que quedar- señaló una esquina donde dejaría la colchoneta- compré todo lo de la máquina expendedora y pueden sacar lo que quieran.

-Gracias Andres- me senté en una de las sillas.

-Traeré mantas y la colchoneta- salió de la sala y la Tania se sentó al lado mío.

Culia PesáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora