|MORIR

26 6 0
                                    


«Cuándo una persona pierde algo es normal sentirse triste, sentir que todo cae a pedazos y que todo en el mundo se oscurece. Dicen que esa es la sensación de una perdida y esos son sus tipos de reacciones después de la misma. También esta el estado de schock donde no puedes hablar, ni siquiera puedes pensar y lo único que se repite en tu mente es un mal recuerdo que prefieres olvidar.

Tal vez así me encontraba yo, en un estado de shock de donde no podía salir»

(...)

•                           •                                •

Me había quedado allí, de rodillas, sin poder quitar mi vista de lo único que quedaba de Adel.

—Era su turno.., ella murió primero...

No me podía mover, quizás no debía de hacerlo, tal vez si me movía sería peor.
Sin embargo, esa voz aterradora no era lo que más me importaba, de hecho, sentía que no me importaba absolutamente nada.

No me importó cuando Eiden llegó a mi lado preocupado, ni siquiera me importó el grito lleno de horror de Yefri o los intentos de Nestor para que yo reaccionará.

Para mí todo estaba en un silencio ensordecedor.

Fue entonces cuando lo escuché, fue entonces cuando reaccioné.

—...¡Arcadia! ¡Por favor! ¡Por lo que más quieras reacciona!

Era Nestor que seguía moviendome de un lado a otro, esperando poder hacerme reaccionar.

Lo miré a los ojos. Se veía asustado, aterrado...

—¡Eiden! ¡Hay que salir de aquí! ¡Vamos, Cade!—gritó, tomándome del brazo para que me levantará.

Lo hice y lo seguí, aunque no tenía que hacer mayor esfuerzo, él me empujaba después de todo.

Entramos en la camioneta en un silencio sepulcral. Tal vez debía de ser yo la que rompiera el hielo, pero no tenía ganas de hablar, tampoco de escuchar.

Sabía que Eiden manejaba rápido, muy rápido, seguro tenía miedo, seguro creían que era un asesino en serie el que había matado a Adel de la peor forma, y además, seguía en la casa, tal vez por eso salieron despavoridos.

—Detente...—murmuré.

Eiden se detuvo en seco haciendo que los chicos y yo fuesemos impulsados hacía adelante de forma brusca.
Y aunque eso paso nadie dijó nada ni le recriminó por frenar en seco, lo cual sería lo normal entre ellos.

Miré hacía atrás, Yefri y Nestor tenían la mirada perdida, sé que estaban aterrados, incluso más que yo. Luego miré a mi lado, al asiento del conductor, Eiden tenía las manos al volante y su mirada estaba en la carretera aunque estuviésemos detenidos en una orilla de la misma.

—No fue un asesino en serie o lo que sea que se imaginen—suspiré—Son cosas, figuras.., demonios. Sé que suena extraño, pero toda mi vida...

—¡Demonios!—exclamó con terror Yefri, interrumpiendome estrepitosamente—, ¡Demonios! ¡Esto...! ¡Esto esta mal! ¡Muy mal..!

Eh intento bajarse del auto, cosa que Nestor impidió en un rápido movimiento. Acto seguido sonrió nerviosamente en dirección a Yefri.

—No seas idiota, Yefri.., ¿Demonios? ¡Por favor! Los demonios no existen...

Lo miré a los ojos desafiandolo.

—Te lo estoy diciendo...

—Debió de ser alguien. Los demonios no existen, ¡No existen!—terminó interrumpiendome.

Iba a volver a hablar cuando Yefri me lo impidió.

—¡Debemos bajar! ¡Debemos huir! ¡Nos matarán! ¡No quiero morir!

—¡Callate, idiota! ¡Los demonios no existen!

—¡Les digo que si existen..!—corregí.

—¡Vamos a morir! ¡Corramos!

—¡Que no existen! ¡Les digo que no..!

—¡Cállense todos! ¡Basta!—gritó Eiden, dirigiendonos una mirada apagada como amenaza—¡Nadie va a morir, Yefri! ¡Y el siguiente que diga estupideces lo golpeare!

Todo el auto quedo en completo silencio ante las amenazas de Eiden.

Pude detallarlos, a cada uno de ellos; Eiden parecía calmado como siempre, sin embargo, sé que estaba aterrado. Todos lo estaban, tenían esa mirada.., la mirada inexpresiva después de haber visto la muerte.

—Ahora, Cade—lo miré—Dinos todo sobre esos demonios.

—No me digas que creés en esas cosas, Eiden—el aludido lo miró con el ceño fruncido.

—¿Acaso encuentras otra maldita explicación? ¡Acabamos de ver la cabeza de Adel!—interrumpió Yefri.

Eiden los miró mal, recrimandolos por interrumpirlo.

—No creía en los demonios.., hasta que ella lo mencionó. Así que explicanos, Cade, todo. Y no le interrumpan.

Suspiré y comencé a relatarles todos los aspectos de mi niñez que tenían que ver con ellos. Una vez acabé de hablar permanecieron en silencio, tratando de guardar cada palabra en sus memorias.

Mi telefono vibró haciendo que frunciera mi ceño, ¿Quién llamaba a estas horas de la noche? Además, todos los que podían llamarme estaban en el auto. Agarré el móvil y descolgue la llamada aunque fuese un número desconocido.

—¿Hola?—pregunté.

Los chicos me miraron con intriga a lo que yo encogí mis hombres en señal de que no sabía quién era.

—¿Arcadia? ¿Habló contigo?—una voz temblorosa me recibió del otro lado. Era una mujer.

—Sí...

—Dirijanse al bosque detrás de las colinas, veran una cabaña cerca. Aquí me encontrarás.

—¿Y quién dice que escucharé a una desconocida?

—Porque aquí estarán a salvo.

—¿Quién me lo asegura?—pregunté.

—Veo que sigues siendo tan desconfiada como siempre.., eso me alegra—y escuché su risa, lo cual me intrigo aún más.

—¿Quién es usted y que quiere? ¿Cuál es su nombre? ¿Hola..?

Y colgó sin responderme. Bufé, alejando el móvil de mi oreja.

Pronto ví la mirada de los chicos, a lo que les negué lentamente.

—Bien, entonces... ¿Hacía dónde vamos?—preguntó Eiden, mirándome.

Miré por la ventana sin saber que decir. Sin embargo...

—Vamos hacía el bosque, detrás de las colinas.

14


Vota, me animas mucho.

MIL DEMONIOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora