|TIC TOC

23 2 0
                                    


«Un juego de niños, eso era mi vida para ellos»

•                           •                                •

Una vez quedamos Eiden y yo solos, él fue el primero en hablar.

—¿Cómo esta tu hombro?—preguntó, llevándose la última cucharada de cereal a la boca.

—No me molesta mucho, de hecho, casi no duele—sonreí.

Él asintió no muy convencido, mirándome profundamente, cómo si así descubriera mis más escondidos secretos.

—En la primera perdiste mucha sangre. En la segunda quedaste inconsciente, al borde de la muerte. No quiero saber que pasará después, Cade—dijó.

No sé a que venía aquello, pero tenía que responderle, así que dije lo primero que se me vino a la mente.

—Tranquilo, estoy acostumbrada a esto, no es algo que...

—No, Cade. Tú estas acostumbrada a esto, pero nosotros no. Yo no. No quiero verte mal siempre. No quiero verte dañada por algo. No quiero ver que mueras...—susurró interrumpiendome—Por favor, trata de que te importe más tu propia vida, porque a mí si me importa.

Agarró su plato vacío y se levantó de su puesto, dirigiéndose hacía mí para regalarme un pequeño beso en la mejilla. Después lo perdí de vista al alejarse, caminando a la cocina.

Toque mi hombro derecho. Él tenia razon, no podía seguir así, no podía seguir haciéndome daño cada vez que un demonio me atacará. O iba a morir.

Suspiré fuertemente, cansada de toda esta situación. Entonces me acordé de algo.

Me dirigí hacía la cocina a paso rápido encontrándome a Eiden sentado en la isla y a Yefri frente a él dándome la espalda, ambos jugando piedra, papel o tijeras.

Fruncí mi ceño sin entender y Eiden reparo en mi presencia.

—Es para saber quien lava los trastes—informó.

Yefri saco tijeras y Eiden piedra, ganando así el que saco piedra. Él festejó y Yefri solo se quejo, pronto me volteó a mirar con los brazos cruzados.

—¡No fue justo!—se quejo—Hagámoslo de nuevo.

Sacudí mi cabeza y procedí a hablar.

—El día en el bosque—ambos colocaron toda su atención en mí—, note algo de gran importancia. Mueren con sus propias armas. Es decir, los lastimamos con algo de ellos.

Los miré esperando una respuesta. Ambos tenían su ceño fruncido y parecían estar analizando todas mis palabras.

—Sé que es muy extraño, pero...

—No, tienes razon. No los podemos lastimar con cualquier cosa, solo con lo que ellos hacen—me interrumpió Yefri—Nestor lo hizo esa noche cuando nos atacaron.

Eiden lo volteó a ver y luego me miró. Seguramente estaba pensando muy bien las palabras que diría.

—Esta bien. Esto nos da un poco de ventaja, tan solo algo pequeño. Pero sin embargo, esto nos ayuda mucho.

Asintió con un movimiento de cabeza y se bajo de la isla dando un salto, posicionandose al lado de Yefri.

—Hay que atacarlos—murmuró, haciendo que Yefri y yo le miremos—Es muy arriesgado, lo sé. Pero no podemos seguir así o nos matarán.

Yefri le miró como si estuviese loco y pronto dió su opinión.

—¡Estas demente!—exclamó—¡Son unos malditos demonios! Un movimiento en falso y nos matan o al menos nos dejan en la línea de vida o muerte.

MIL DEMONIOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora