|DEMONIOS

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«La compañía que ustedes me hicieron...»

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Era un niño pequeño, tenía en la mano derecha una tijera con filos afilados y en la otra, un hilo con un juego de agujas de todo tipo. Entonces comprendí que lo que me trataba de decir el chico en el espejo era que huyera de él, o quedaría igual que todas sus víctimas.

Para ese entonces mis ojos estaban vueltos lágrimas que descendían por mis mejillas. Otra vez tenía que huir.

El niño dió un paso, cerrando y abriendo los filos de la tijera lentamente. No obstante, aquel sonido del choque metálico fue opacado por otro más fuerte, específicamente era algo quebrandose.

Miré rápidamente hacía atrás, el espejo se estaba haciendo pedazos con la imágen del chico todavía en él y de un momento a otro sentí como varios trozos de vidrio cayeron repentinamente en mi rostro y a lo largo de mi cuerpo.

Grité del susto y del dolor, cada rasguño dolía un infierno. Sin embargo, cuando volví a mirar al frente.., el niño ya no estaba.

Mi respiración era rápida, pero el frío se había disipado dándole paso al calor que me envolvía nuevamente. Pude respirar hondo, pero estaba preocupada, ¿Que fue eso? Últimamente más que asustarme me estaban lastimando, ¿Se hacían más fuertes? Si ese era el caso moriría más rápido de lo planeado.

Suspiré fuertemente antes de reunir todo el valor que tenía para levantarme. Mi rostro me ardía y mis brazos también.

Deslice mis manos hacía el dolor.

—¡Mierda!—las quite como si me quemara.

Lo único que quedó en mis manos fue sangre, tal parece que estaba lo suficiente lastimada como para que la sangre hiciera presencia.

Mis brazos poseían rasguños más grandes, podía ver la longitud de mis heridas. Además, el rojo en las mangas no era una broma.

Rendida, intenté salir del baño sin pisar ningun vidrio con mis pies descalzos.

—¡Arcadia! ¡¿Que te paso?!—Adel estaba allí frente a mí con un rostro lleno de horror.

No sabía que estaba en casa, ¿Cuando había llegado? Me hizo sentar en la cama y salió corriendo en busca del botiquín. No tardo mucho; cuando llegó de lo primero que se encargo fue de mis brazos, allí estaban las heridas mayores. Ella limpiaba con delicadeza para no generarme dolor.

No pude evitar mirar hacía mi alrededor, la cama, el suelo, las sabanas.., todo estaba limpio, ¿Acaso lo imaginé? No, no, no puede ser. El baño era lo único que seguía estando en completo desastre.

Adel prosiguió a limpiar los rasguños de mi rostro y curarme lo más posible.
No me dirigió la palabra en todo momento, tenía un semblante serio, pensativo.

Después guardo el botiquín y se dirigió al baño recogiendo cada vidrio y limpiando todo rastro de sangre que había quedado. Todo con sumo cuidado. Pronto desapareció y volvió hacía donde yo estaba, sentándose a mi lado en la orilla de la cama.

—¿Sabes? He cambiado el espejo del baño dos veces.

Me miró con una pequeña sonrisa, pero no demostraba felicidad alguna.

—Yo... Arcadia, necesito saberlo, ¿Esto...? ¿Esto tiene que ver con esa cosa del otro día?—no pase desapercibido como su voz tembló.

Seguí en silencio durante un rato.

Nunca le había contado esto a alguien, pensé que sería difícil despedirme después o que los involucraria en algo peor. Sin embargo, Adel ya estaba involucrada, casi la matan por mi culpa y merecía saber la verdad, merecía saber que voy a morir.

—Sí. Todo tiene que ver con eso. Aunque, la verdad no solo es esa cosa como tú le dices. Hay muchas más.., son demonios. Son pesadillas. Ellos te atormentan y te matan lentamente...

—Eso.., ¿Eso fue lo que sucedió con Sofi, cierto?

La miré sorprendida, dió justo en el clavo. Desvíe mi vista hacia el suelo, no sabía que decir, ni si quiera era capaz de mirarla a los ojos.

—Oye, esta bien... Sabía que tú no eras la culpable de su muerte y me tranquiliza saber la verdad. Pero ahora, dime, ¿A cuantas personas han matado?

Mis lágrimas descendían por mis mejillas y pronto mis sollozos hicieron presencia. Entonces sostuve su mirada.

—A todos.., me han quitado a todos...

Solloze. Ella me miró tristemente y me acercó a su cuerpo para abrazarme.

—...Y yo no quiero morir... No todavía...

Lloré en su hombro como niña pequeña. Ya no podía soportar el peso que cargaba, todo estaba cayendome por montones y no sabía que hacer.

—Shhh.., tranquila, Arcadia. Te ayudaré, te ayudaremos. No estas sola. Ahora no.

Ignore el hecho de que lo dijó en plural. Solo quería deshacerme del peso. Deshacerme del dolor en mi interior, ¿Que hay de malo con eso?

Este era el primer paso de mi despedida.

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MIL DEMONIOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora