|IMPORTANTE

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«Lo que tú me dijiste siempre estará en mi memoria. Lo que tú sentiste siempre estará marcado en mí hasta el día de mi muerte»

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Eiden manejaba mientras que los chicos dormían plácidamente en los asientos traseros.

Nadie había dicho nada, cada uno estaba absorto en sus pensamientos desde que yo les informará donde sería nuestro paradero.

No podía dejar de pensar en la muerte de Adel, de solo pensar en la forma en la que murió.., sentí un nudo en mi garganta y como mis ojos se cristalizaban por las ganas de llorar que eran impedidas por mí.

—Adel era muy importante para tí, ¿Cierto?

Me volví hacía él. Seguía con su vista en el camino, pero sé que estaba atento a mí y esperaba una respuesta de mi parte.

Volví a mirar la ventana tratando de no llorar, y más aún, tratando de que al hablar mi voz no temblará.

—Sí.., pero eso ya no importa—murmuré.

—¿Cómo que no importa? Cada recuerdo, cada palabra, cada momento... Cada segundo importa.

Mi sorpresa no fue disimulada. En algo tenía razon, ella fue importante en mi vida, fue importante para mí.

Prácticamente Eiden tenía razón en todo lo que dijó. Sin embargo, sentí que lo decía por experiencia.

—Lo dices con cierta melancolía.

—Tal vez...—murmuró—¿Sabés algo? No siempre fuimos así.

—¿A que te refieres?—pregunté, sin poder entenderle.

—Que no siempre fuimos los chicos divertidos y sociables de ahora—suspiró. Pude darme cuenta que era un tema delicado, así que lo deje hablar—Nos conocimos de pequeños, en un funeral. Sí, lo sé, no es un lugar común para conocer gente.

—De hecho no es un lugar para conocer a nadie—corregí, con una sonrisa.

Eiden soltó una breve risa.

—Cierto. Pero aún así nos conocimos.

Entonces en mi mente apareció una gran duda:—¿Y de quién era el funeral?

—Era de una señora. Murió de vejez... Ella era muy querida por todos, se llamaba Sandra. Todos la conocíamos, a veces le llevábamos comida y recurríamos a ella cuando nos sentíamos mal, especialmente los niños, era como una madre.

—Ya veo...

—Sí. Por eso, el día que murió fue muy triste para nosotros. Yo me quede allí toda la tarde, hasta que oscureció; pero no era el único, habían otros dos niños llorando a mares también—sus comisuras se elevaron—Descubrí que pasaban mucho tiempo con ella, al igual que yo. Y además, que eran unos niños tristes y solitarios con problemas que buscaban a la señora Sandra como forma de consuelo.., como yo.

No supe que decir, así que opte por quedarme en completo silencio, esperando tal vez que él se animará a seguir hablando.

Escuché una breve risa.

—Nos volvimos inseparables y descubrimos que juntos no eramos los chicos tristes y solitarios de siempre—pausó—Fue una gran sorpresa cuando nos dimos cuenta de la magnitud del cambio.., solo nos divertíamos siendo amigos y después todo se engrandeció, llegando al punto en que nada nos importaba.

—Los debes de querer mucho...—murmuré.

—Sí, somos algo así como hermanos, supongo.

—Suena divertido—sonreí sin poder evitarlo.

—¿Por qué lo dices como si no lo supieras? Si tú también eres como una hermana para ellos, Cade.

Me miró por un instante con una pequeña sonrisa, demostrando sinceridad. Le devolví el gesto, aunque caí en cuenta de algo.

—¿Ellos? ¿Tú no?—mi ceño se frunció, confundida.

Escuché su risa nuevamente.

—¿Qué? ¿No me dirás?—volví a preguntar más intrigada que antes.

Detuvo su risa dejando solamente el rastro de su sonrisa.

—...Yo no te puedo ver como una hermana—murmuró totalmente serio.

Eso hizo que la mía se esfumará por completo dejándome con una horrible sensación.

—¿Ah no? ¿Por qué?.., ¿Al menos me ves como amiga?—pregunté con un hilo de voz.

Volvió a sonreír, haciendo que perdiera toda paciencia que me quedaba.

—No me parece graciosa esta situación, Eiden. Creía que todo iba bien con los chicos y contigo, pensaba que todo estaba bien.

—Oye, oye... Cálmate—hizo una mueca—Lo siento, no quería preocuparte. Todo anda bien entre los chicos y tú, ellos estan muy cómodos contigo.

Aún así mi preocupación no pasaba.

—Entonces, el problema no es con los chicos, es contigo, ¿Verdad?

Asintió.

—Verás, no es un problema, o bueno, no sé si lo sea. Todo depende de como tú lo creas, pero yo definitivamente no lo veo como uno. De hecho me encanta.

—No logro comprender a que te refieres, ¿Qué es lo que te encanta?

—Me encanta estar enamorado de tí.

No tenía palabras o al menos, no encontraba palabra alguna para decir.

Él no apartó su vista del camino en ningún momento, centrado en solo una cosa a la vez.

Y cuando me anime a hablar y dirigirme hacía él, me interrumpió llamando por completo mi atención.

—Hemos llegado.

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MIL DEMONIOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora