|INCONSCIENCIA

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«Sin aire, sin poder respirar.., un dolor ensordecedor»

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UN AÑO ATRÁS...

—¡Él te engaño! ¡¿Por que no lo puedes aceptar?! ¡Te engaño, mamá!—lo señalé con mi dedo índice.

Mi madre estaba enojada, pero no por lo que él había hecho, estaba enojada porque pensaba que lo que yo decía era una terrible mentira.

—¡Basta, Arcadia! ¡Deja de señalar a tu padre, y deja de inculparlo, él no hizo eso!—dió un paso adelante.

—Si es la verdad...—murmuré, irritada—Yo misma lo ví...

Ver a mamá defendiendo a alguien que no lo merecía me causo ira, pero más que todo, estaba herida. Ella no confíaba en mí, ella no creía en mí.

—Lo único que tu quieres es atención, sabes bien que Sofi es mejor que tú en todos los sentidos.

Las palabras de mi padre fueron la razón por la cuál todo en mí escapó. Sofi era asombrosa, pero nunca quise ser como ella.
Mi madre asintió dándole la razón a su esposo.

No quise seguir escuchando, así que hablé.

—Yo nunca inculparia a mi padre de algo que no cometió, así como tu hiciste con la abuela, ¡Yo no soy como tú! Y nunca seré como Sofi o como papá y tú, ¡Me causan asco todos ustedes!—mi mirada estaba en mi madre. Ella no sabía que decir, estaba enojada, lo sabía.

Mi madre no era de las personas que les gustaba que le dijeran la verdad. Lo que paso después era la viva prueba de ello.

Se acercó a mí, levantó su mano y lo siguiente que sentí fue mi mejilla ardiendo. Volví mis manos en puños y apreté mi mandíbula.

La miré a los ojos con resentimiento.

—Te vas a arrepentir de no haberme creído cuando lo veas mirar a la otra como nunca jamás te miró a tí.

Porque yo sí lo ví...

Me dirigí a mi habitación. No quería que me molestaran, y lloré esa noche tanto, que caí dormida sin darme cuenta.

Era curioso, esa noche debí de irme de casa, debí de escaparme, salir por la ventana.., pero no lo hice. Tal parecía que mi mundo se estaba derrumbando y no estaba segura de ello hasta que Sofi tocó la puerta.

No debí de abrirle ni invitarla a pasar, pero en ese momento no sabía las consecuencias de mis actos. De haberlo sabido, esa noche me fuese ido lejos, donde nadie me molestará, donde nadie estuviese en peligro.

Me levanté de la cama soñolienta para ir directo a la puerta y acto seguido, abrirla. Sofi tenía la mano hecha puño extendida, quizás iba a tocar de nuevo la puerta, pero paró en seco al verme.

Permanecia en su lugar, observandome.

—¿Que te hicieron, Arcadia?—murmuró, triste.

Las lagrimas comenzaron a abundar en sus ojos y a desbordarse de ellos. En un movimiento rápido me envolvió entre sus brazos mientras lloraba en mi hombro. Yo no supe que hacer, solo me quede allí mirando hacía la puerta abierta y lo pude sentir, algo venia.

Mi cuerpo se tensó en sobremanera al verla. Era una niña, de pie en el umbral de la puerta. Traía un peluche consigo, estaba sucio de mugre y barro y el vestido que ella traía encima de su pequeño cuerpo estaba roto, como si se fuese caído.

—¿Que pasa...?—preguntó Sofi al verme tan tensa. Ella volteó mirando hacía el umbral de la puerta y se percató de la niña.

Soy consciente de como su cuerpo tembló cuando la niña sonrió de manera macabra.
Sofi no habló más y yo tampoco, solo estabamos allí mirando a la niña frente a nosotras, petrificadas.

La niña dió un paso delante, entrando en la habitación. La puerta detrás de ella se cerró bruscamente con un viento inexistente, era frío, produciendo escalofríos.
Sus ojos carentes de vida me miraron, su sonrisa era juguetona. Para despues mirar hacía Sofi, su sonrisa se engrandeció.

En ese momento mi boca se seco y un frío indescriptible recorrió mi espalda dorsal.

—Sofi...—le llamé en un susurro tratando de que saliera del shock  en el que se encontraba—... Sal de aquí.

Seguí susurrandole. Ella pareció entenderme dando dos pasos hacía atrás, pero por cada paso que ella daba la niña avanzaba.

Me miró. Sofi estaba aterrada, soy testigo de como sus ojos llorosos destellaban de horror, no quería morir, y no sabía si lo haría. Su cuerpo temblaba levemente y no era capaz de formular palabra alguna.

—...Todo estará bien, Sofi—murmuré, tratando de tranquilizarla.

Yo retrocedí junto a ella, ahora lo que nos detenía era la ventana a nuestras espaldas y la niña frente a nosotras. Sofi de nuevo me miró.

—A-Arcadia... ¿Q-Que es esa co-cosa?

Quise responderle que estaría bien y que yo tampoco lo sabía, pero lo sabía.

Miré a la niña.

—Por favor, no le hagas daño—supliqué.

La niña soltó una risa infantil ladeando la cabeza. Chasqueo la lengua como si fuesen las manesillas de un reloj mientras se acercaba hacía nosotras.

Solo quiero jugar, ¿Quieres jugar conmigo, Sofi?—agitó su peluche en el aire.

Me miró y lentamente dirigió su mirada hacía Sofi. Volteó su cuello por completo, algo imposible para un ser humano y su cara ahora no era mas que una sombra, todo su cuerpo lo era. El peluche cayó al suelo. La sombra tenía unos dientes afilados, no tenía labios y sus ojos eran rojos por completo.

Soltó otra risa infantil que finalmente se transformó en una gruesa.

Sofi gritó al verla y retrocedió bruscamente.

¡CRASH!

El vidrio de la ventana se rompió.

Corrí lo más rápido que pude, cortándome la piel con los trozos afilados, extendiendole mi mano para que la agarrará.., pero era tarde, ella caía en el aire.

Lo último que ví fue su cuerpo sin vida en el patio trasero y haber escuchado esa risa infantil...

Me volví para mirar lo que causo este desastre. La sombra era, de nuevo, el cuerpo de la niña que otra vez tenía en sus manos el peluche mugriento.

Dejó de reír para verme con una sonrisa.

A veces solo se necesita un susto, ¿Cierto, Arcadia?...

Otra carcajada infantil.

Y la niña se fue dando saltitos fuera de la habitación.

Lo recuerdo a detalle, no pude olvidar el día más triste de mi vida.

Porque así, solo en un chasquido, en un segundo, mi vida cayó en un estado de inconsciencia que ni yo comprendía.

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MIL DEMONIOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora