|ARCADIA

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«Puede que necesitara un respiro»

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Caminé hacía la escuela. Llegaba tarde otra vez, y es que sinceramente ya no me importaba. Había pasado tanto tiempo pensando en las horas que faltaban para que el sol se escondiera que perdí la noción de mi presente, irónico, ¿No?

—Señorita Pell, ha llegado tarde nuevamente. Tendré que llamar a sus padres.

Eso fue lo que me dijo el director la última vez que me atreví a llegar tarde, sin embargo, cuando llevo a cabo su amenaza notó que a mis padres tampoco les importaba mucho lo que yo hiciera, así que se dió por vencido conmigo.

Caminé por los pasillos solitarios de la escuela, al parecer todos estaban en clases, definitivamente  llegué tarde.

Estaba en frente de mi clase, suspiré con cansancio, de solo imaginar la cara de cualquier profesor detrás de la puerta me fastidiaba.
Empuñe mi mano para tocar la puerta dos veces eh iba hacerlo de nuevo sino fuese porque la abrieron abruptamente. El rostro comprimido de la maestra de filosofía fue lo primero que ví.

Mierda, era la más aburrida.

—¿Arcadia? Llegas tarde—murmuró, enojada.

—Lo sé, ¿Puede dejarme pasar? Así, tal vez nos ahorramos los minutos faltantes de su clase.

Ella quiso protestar, pero sabía que tenía razón. Solo le quedaban algunos minutos de clase y estaba segura de que estaban en un momento interesante del tema. Tema que yo no entiendo en lo absoluto.

—Solo esta vez, Pell...

Se hizo a un lado para dejarme pasar. Yo asentí, sabía que no iba a ser la última vez que la convenciera.

Me senté en mi puesto al lado de la ventana bajo la atenta mirada de todos. Al parecer la clase se había quedado en completo silencio al verme y habían abandonado cualquier otra cosa que hacían para indagar en algo que no les debía de importar.

Quise preguntarles que mierda me miraban, pero me negaba a gastar un segundo de mi tiempo en algo tan... En fin, no me importaba.

—Y como les decía, ¿Quiénes somos? ¿De donde venimos? Son preguntas que debemos de hacernos en algun momento de nuestras vidas. El misterio del ser es algo...

La maestra siguió hablando en los minutos que le faltaban. Tal parece que mi interrupción no fue la gran cosa; aun así, ya debería de tener en cuenta que esto me llevaría a una terrible charla con el director. Las quejas no se tardaban nunca en llegar a su destino, siempre llegan primero que cualquier cosa buena.

La hora se terminó, ahora solo podíamos ir a la cafetería o a cualquier lugar en busca de paz.

En mi caso yo no iba a la cafetería, no me gustaba comer en la escuela ni tampoco ser el centro de atención, era incómodo. Yo iba en busca de mi lugar favorito, el arbol; trepaba en las ramas hasta llegar a un lugar cómodo donde sentarme y al hacerlo, miré entre las ojas, los estudiantes pasaban de un lugar a otro charlando con un amigo.

Dejé de espiarlos para cerrar los ojos. Quería descansar, por un momento quería descansar, estar en paz.

No tenía porqué preocuparme de la escuela, de hecho, mi puntaje era casi perfecto, y digo casi porque el puntaje perfecto que me superaba por un punto era el de Eiden. El chico era todo un caso, era divertido, hacía fiestas cada fin de semana y todos lo conocían; su disciplina no era la mejor, pero su inteligencia era algo con lo que nadie se atrevía a discutir. Simplemente veía como distribuir su tiempo excelentemente o al menos eso creo.

A medida que fue pasando la mañana también fue pasando las horas de clases. Ya era momento de irse para sus respectivos hogares, sin embargo, yo solo pensaba que faltaban siete horas para otra pesadilla, de solo hacerlo mi cuerpo temblaba.

—Arcadia, tus padres llamaron. Insisten en que les digas como murió Sofi—mi tía me recibió con aquella información esa tarde, me acuerdo haberle dicho que los ignore. Ella no fue capaz de volverme a molestar el resto del día.

Me encerré en las cuatro paredes de mi habitación y los recuerdos me comenzaron a invadir, pasé llorando lo que faltaba de la tarde, con el mismo pensamiento de siempre...

Sofi no merecía morir.

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MIL DEMONIOS ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora