21. No hagas un movimiento brusco, policía

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Angelo:

Seis malditos días.

Cuándo empecé a hacer la cuenta regresiva, supe que esto ya se había salido de control.

En seis días todo acababa y lo único que podía hacer es seguir protegiendo a mi misión, ya no estábamos ni en Apulia ni en Florencia, donde ambos lugares eran mucho menos peligrosos, el juicio se llevaría acabo en el tribunal nacional, pero yo debía llevarla a la estación, corría un doble riesgo, riesgo de que mis ex compañeros me apresaran o peor aún, que todo saliera mal y Beatrice Sorrentino resultara muerta.

Lo segundo me aterraba mucho más.

¿Y luego qué?

Beatrice estaba ligada fuertemente al tráfico de drogas, nombrar a todos los hombres con los que hizo un trato alguna vez, ni siquiera mencionar a los políticos y policías involucrados iba a librarla de una sentencia.
No puede ser que mi mente realmente lo esté considerando.

Me duele la cabeza.

—Mañana cumplo cuatro meses.

Observo el vientre de Beatrice, esta ligeramente hinchado, ya se ve como una mujer embarazada.

¿Qué será de la vida de ese bebé?

—Entonces haremos un pastel.

—No es necesario, Ángelo.

—Déjamelo a mí.

En estos días llenos de estrés al menos deseo hacer esto por ella y por ese niño sin padre.
La sonrisa de Beatrice crece, por muy dura que intente ser, estos detalles le gustan o quizás sea el embarazo, no, incluso para una mujer como ella hay cosas que le deben agradarle.

Cosas como estas.

Beatrice me besa en los labios con suavidad, estos besos de Beatrice son tranquilos y suaves, pero me generan provocación y siento la necesidad de querer más de ella.

—Ayudare. —Pronuncia sobre mis labios.

Mi mirada es intensa en ella, el corazón me golpea y se exactamente lo que quiero, Beatrice se muerde el labio y me sonríe.
Hasta ella sabe lo que deseo y solo me dejo llevar como cada día, la arraigó contra mi y nos besamos, nuestras bocas se unen y mi mano va directo a su nuca, la aprieto y no doy espacio para que nuestras bocas se separen.

Beatrice gime, la sostengo llevándola en mis brazos y los suyos me responden colgándose de mi cuello, esas manos me tocan el rostro y ya estoy entrando al dormitorio con ella.

Con cuidado dejo caer su cuerpo recordándome que esta embarazada, bajo las manos por su cuello, mís dedos delinean sobre su piel y le abro la blusa, sus pechos descubiertos salen ante mi vista.

Unos pechos hermosos y grandes, con los pezones marrones y tan lindos, llevo mi boca hacia ellos y me deleito mientras chupo tirando, están duros de lo excitados.

Mi mano va hacia su pezón libre y jugueteo con mis dedos, pellizco y ella se retuerce, saboreó hasta cansarme, dejando húmedos e hinchados esos senos al acabar, el rostro de Beatrice esta rojo y su expresión endure mi polla, continuó dejando las manos a sus caderas y le dezlizo hacia abajo los pantalones, me inclino a seguir saboreando una vez que esta en bragas, llevo los besos desde su cintura, su ombligo y su vientre ya notorio por el embarazo y acabo hundiendo mi rostro entre esas piernas luego de separarlas.

Presiono los labios por encima de sus bragas justo encima del lugar que la trae loca y sus manos van directamente a mi cabello, no he empezado y ella ya esta completamente húmeda, lo noto en sus bragas mojadas, las cuales quito colocando cada dedo en las ligas, tengo los ojos de Beatrice sobre mi y yo los tengo sobre ella, le quito la prenda y me inclino otra vez para saborear.

Húmedo y jugoso, así se encuentra, me encanta y es una jodida delicia, pruebo de la zona mientras le provoco espasmos por todo el cuerpo, Beatrice se deleita con las penetraciones de mi lengua y la estimulo hasta reemplazarla por mi polla, una vez que me siento listo y preparado, sin poder aguantar más , doy inicio a nuestra cogida del día como todos desde que empezó la cuenta regresiva.

Disfrutamos cada vez que podemos, cogemos hasta el cansancio y de cierta manera cada vez que termino con ella, parece como si fuera la última vez.

Nuestra última vez juntos.

No puedo más, tengo mi erección dura y con necesidad de tomar su caliente coño como mío.

La penetro. Sujetando sus muñecas contra la cama.

—Agente Marchetti, dios mío.

Su humedad rodea mi erección.

Exquisito.

Me siento tan cómodo, caliente y fácil de moverme, con necesidad de hacerlo y no parar hasta quedar tan agotado que los músculos me duelan, los labios de Beatrice se separan y no le doy la mínima oportunidad de agregar otra palabra, antes de que pueda hacerlo yo ya le he dado dos arremetidas más, haciendo sonar nuestras caderas y que su cuerpo tiemble debajo del mío.

La beso con dureza y la levanto sentándose sobre mi, quiero que los dos nos movamos juntos, no quiero ser el único que haga el esfuerzo, así que me mantengo en esa postura con ella, a mi polla y a mi nos encanta cuando comienza a moverse , llevo los dedos a su cadera y bajo la curva de su culo metiendo mi erección más hondo.

Beatriz me observa agitada y con la mirada llena de excitación, si de por sí ya estaba al borde del colapso, ella está logrando que vaya un grado más arriba.

—Beatrice, mierda.

Sube y baja mientras mis manos van a sus pechos, le acaricio con ambas y saboreó de cada de lado, vuelvo a dejarselos hinchados y están tan duros como mi erección.

Nuestras caderas no dejan de chocar y Beatrice no da ni un solo espacio para dejarme ir, gime sin control y siento que todo lo que deseo y quiero lo  tengo justo ahora.

Se corre y mis manos suben a su cintura, ella grita y se mueve dos veces más despacio para luego parar.

Nos besamos y yo ya he llegado.

Tan hermoso, tan perfecto como siempre.

Me siento en el puto cielo.

Miro sus ojos verdes y ella sonríe.

—Si que eres increíble, Agente Marchetti.



















(*)














Voy por algunas compras para ese jodido pastel después de dejar a Beatrice descansando,  tomo las medidas y regreso, sin embargo mi verdadero error no es no tomar las precauciones una vez fuera, sino no haberlo hecho antes, cuando salí de la casa.

—Suelta tu arma.

Lo único que hago es ver a Beatrice, con ambas manos hacia arriba y esa maldita pistola está apuntándole directamente en la cabeza.

Esta situación de por sí ya la había planteado, pero me he dejado llevar y ahora por mi culpa estamos en este maldito embrollo.

Cuatro hombres hay dentro de la casa y ella está fuera de mi alcance.

—No hagas un movimiento brusco, policía.



Nacidos en la Mafia (#6 Hijos de la Mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora